miércoles, 26 de noviembre de 2014

Víctima de sus buenas intenciones

Mercedes Álvarez
Tomada de eternacadencia

(Tandil, Prov. de Buenos Aires, Argentina, 1979)

Con un poco de orden es posible
poner las cosas
en su lugar
tipificar las horas
limpiar la casa
y dejar relucientes
las canillas del baño.
Con un poco de orden es posible
no olvidar las cosas
en los hoteles de paso
cerrar las ventanas a tiempo
para que no entre la lluvia
ventilar la casa
hacer ejercicio
dormir ocho horas.
Con un poco de orden es posible
escribir a todos los amigos
visitar a la madre
y mañana a la tía
tener dos
–o incluso tres–
amantes.
Con un poco de orden
hasta es posible
amar al prójimo como a uno mismo.
***
Recomendación a las futuras novias

Que sea blanco el vestido
para que destaque sobre él el rojo de la sangre
si por casualidad se pinchan un dedo.
Que sea azul la ropa interior
pero solo si sus ojos son azules
para poner en consonancia
lo que se ve con lo que no se ve.
Los zapatos, de taco fino.
De raso la cinta que anude
el talle –también fino–
de la cintura marcada
por los dedos de tantos impúdicos amantes.
Cásense si están hartas
de repetir siempre la misma ceremonia
pónganse la corona de flores
maten con su perfume el perfume del jazmín.
Como los perros
elijan al marido por olfato.
***
Las mujeres de mi familia siempre tuvieron...

Las mujeres de mi familia siempre tuvieron
para la tragedia
un gran sentido de la oportunidad.
Mi abuela murió un viernes a la noche
mi madre se accidentó un domingo al mediodía.
Los nietos y los hijos
viajamos con nuestros bolsos
desde nuestras casas
no tuvimos que salir corriendo
del trabajo o del gimnasio
parar un taxi en plena calle
maldecir el tránsito.
Llevamos nuestros celulares
nuestros cargadores
nuestra ropa interior
la ropa de abrigo
junto con la pena. Vi a mi madre
en el hospital
después de la tragedia
víctima de sus buenas intenciones
la cara lívida
y un ojo destrozado
por intentar salvar a un gato.
"Ese gato - le dije-
debería estar muerto".
Pero ella
que apenas podía moverse
me sonrió misteriosa
y su ojo sano tenía
el resplandor de fuego
de los ojos
de algunos animales heridos.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char