lunes, 5 de enero de 2015

Un mínimo de fe para buscar a tientas

JOAQUÍN GIANNUZZI

(Buenos Aires, Argentina, 1924-Salta, Argentina, 2004)

El pie con que bajamos de la cama

Un mínimo de fe para buscar a tientas
la camisa más despierta. Una especie
de convicción para sentirme apto.
En la oscuridad menguante, el dormitorio
huele a existencia en bruto,
a ropa fría, a zapatos caídos
con toda la neura encima. Esto insiste
en tener algo que ver conmigo.
Desde la calle
los ruidos ciegos y la jadeante
respiración de la materia manufacturada
suben con sus propias razones para vivir.
He allí lo espumoso, la tierra triunfante
que apenas me concierne. Pero la camisa
ya pierde su inocencia, reclama relaciones
y el perpetuo fracaso de la identidad
en el amanecer de este día laborable.

Desamparo ideológico del lunes:
en la madrugada invernal ha concluido
el aplazamiento. Perplejo
y desdichado a su manera, el pie
con que bajamos de la cama se detiene
a medio camino. En ese titubeo prenatal
también vacilan
el resto del cuerpo
y el ser en general con su condena.
La realidad privada paraliza su regreso
al viejo desastre, a la recurrente
y oscura oportunidad. ¿Qué clase de verdad
hay en esa negación? ¿Qué mano de la época
pone las opciones individuales en punto muerto?
En el cerebro cerrado circula
un gemido que nos retiene al borde
de la respiración universal del día.
Y entre la historia a punto de caer
en la taza de café y la vuelta del rostro
a la dorada aniquilación personal
comienza el lunes en todo el país.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char