lunes, 2 de febrero de 2015

Piensa en dunas

Silvia Terrón
Tomada de su Facebook

(Madrid, España, 1980)

XIV.
El fuego y la razón:
habitaciones condenadas
en las que todo pasa.

Piensa
en el punto ardiente
de la llama,
concéntrico latido
tenedor
de pulsos
desprendiendo
vapor
pétreo.

Piensa en dunas,
arena que reunida
puede volver
a ser montaña.

Las pelusas
también saltan,
son luz
fuera de foco.

Reconozco lo que falta.

Imposible
que al construir no sobre
ni un palmo
entre los edificios,
materiales agotados
que tiemblan
y esconden.

Qué hacer
si al cambiarme un repuesto
el tamaño no encaja…
¿estirarme o recortar
la pieza?

No sabes
si sería menos yo
por desnivelarme,
si podría fundirme
todavía
para sentir
el salvaje infinito
del crepitar
de la llama.
**
(De GEOMETRÍA CONVERSACIONAL)

I

Esperamos huir de la soledad de las estatuas,
de la eternidad en un corredor donde la luz se escapa
sin poder sentir su cosquilleo ni perseguirla,
inmutables en una cárcel de tiempo contenido
en la que todo puede pasar
y nada pasa.

Nos sentamos por eso en paralelo, las líneas
del pasado y el futuro se extienden a nuestra espalda
y al frente, una misma fila de longitud indefinida
que no es la sombra pero podría ser
el eje de la sombra. Nuestros caminos
pueden tocarse un instante en ese haz de líneas
en movimiento, crear un ángulo improbable
entre dos desconocidos, guiarlos hasta el fondo
desgastado de las calles y colocarlos al borde
de una frase o un roce.

Todo para escapar de las estatuas
y crear figuras geométricas jugando
con la longitud, el ancho y el alto
de nuestras coordenadas, buscando la exacta posición
en que las líneas
se fusionan en una o se anulan
entre sí.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char