Tomada de eternacadencia.com |
(Villa Elisa, Entre Ríos, Argentina, 1973; reside en Buenos Aires)
1.
Pamela es la reina
pelo rosa y piel morena.
Sebastián y los otros
la aman.
Ella y su desdén
adentro del vestidito blanco
en el segundo estante
muestran
las piernas abiertas
sin agujero.
Sentados todos a la mesa
Pamela sirve té de mentira
en tacitas de plástico
y conduce la charla
como una dama.
De Mal de muñecas (Carne Argentina, 2003).
**
Traiga lo mejor para Dios, era la frase que escuchaba, repetida como un salmo, mientras los ayudantes pasaban entre los fieles con una lata entre las manos. Traiga lo mejor para Dios y las monedas se precipitaban como una lluvia de sapos. Traiga lo mejor para Dios y los billetes planeaban, silenciosos, en el interior de la lata.
**
Ese olor era muchos olores a la vez. Olores que venían desde lejos, que había que separar, clasificar y volver a juntar para develar qué era ese olor hecho de mezclas.
Estaba el olor de la profundidad del monte (...).
El olor de las plumas que quedan en los nidos y se van pudriendo por las lluvias y el abandono (...).
El olor de la madera de un árbol tocado por un rayo, incinerado hasta la médula (...).
El olor de los mamíferos más grandes (...).
El olor de los ranchos mal ventilados, llenos de vinchucas. El olor a humo de los fogones que crepitan bajo los aleros y el olor de la comida que se cuece sobre ellos. El olor a jabón en pan que usan las mujeres para lavar la ropa. El olor a la ropa mojada secándose en el tendedero.
El olor de los changarines doblados sobre los campos de algodón. El olor de los algodonales. El olor a combustibles de las trilladoras (...)
de El viento que arrasa (Mardulce, 2012).
**
La había decepcionado que la primera fuera una hembrita. Tenía miedo de ser como su madre y parir solo mujeres. Siempre había querido un hermano varón y cuando estuvo lista para engendrar hijos, solo había deseado ser la mamá de uno. (…) Tamai también se puso contento de que hubiese salido macho. Adoraba a la nena, Sonia, pero quería un varón, una prolongación suya, de su apellido y de sus mañas. Ese día, cuando fue a conocer a su hijo y lo tuvo en los brazos, un pedazo de carne morena y movediza, no podía imaginar que se parecería tanto a él que terminarían detestándose. Tampoco que el changuito lo iba a desplazar completamente del corazón de su mujer.
De Ladrilleros (Mardulce editora, 2013).
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