miércoles, 17 de febrero de 2016

Los tumultos del mundo son apenas sonido

Mario Nosotti
Tomada de ciudadsi.com

(San Fernando, Buenos Aires, Argentina, 1966)


Columnata

la primera columna abre la procesión
la primera columna
la posesión de fuego

atrás el sustraído de durmientes
sedimento a la espera de la revisación.

en un cuerpo apretado en un cuarto chiquito
la falange. al momento indicado
todo sirve. a cada tecla llega San Martín.
batalla es la coreografía
de dedos que percuten la cuerda en sucesión.

avanza la sutura. el terreno se cierra.
la pérdida es total en las admoniciones.
ahogada rebeldía ¿dónde fueron
esos grupos osados depurantes
esas gargantas finas que el desierto
arengó? la primera columna
lleva al frente la imagen de la virgen.
levita en el mantel de la tarima ocultando
hombros que la resisten y aceptan
sumisión. En ese orden de cosas
una estructura vacua la sostiene
su celeste vestido todo lo sobrevuela.
***

Una hormiga que sube por el cable
la terraza argentina calcinada
y otras hormigas negras merodeando
su plan de operación.
Un toque transmisor y a segur el camino
el que no está trazado en éstas vastedades
nubes despanzurradas por el filo
de los acantilados. No hay figuras humanas
no hay especies cercanas a la mía
ni huellas que atestigüen de ese
que un día caminó por este sol.
Ahora subo mi cuerpo hasta el último piso
la mochila de pocos pensamientos
el ascensor se abre
traga la luz y expulsa un respirar.
Los tumultos del mundo son apenas sonido
suelo lunar donde rolan olas secas
pocas hormigas siguen contra ruido y marea
recorren la planicie con sus rueditas negras.
***
De El proceso de fotografiar
(Fragmento de libro homónimo. Viajera Editorial, 2014.)
I

Cuando las ganas de eso
hacen buscar un lápiz
me doy cuenta que tengo
porvenir,
que hace rato tenía
el filtro de la lente en el bolsillo
y solo cuando voy y busco un lápiz,
recordé: entonces ir, guardarlo,
cuidar que no se rompa, mi señor, y es así,
siempre hay algo que obstaculiza el impulso
una piedra
en medio del camino había una.

XI

Veo esa foto de Picasso del ‘44
de pie en su habitación revuelta,
con el torso desnudo como un viejo
boxeador retirado,
se ajusta el pantalón
y mira hacia el fotógrafo como
increpando ¿qué querés?
Se ve al fondo un baúl
atiborrado de libros y pinceles
también hay ropa, papeles, nada
que en su actitud denote un más allá,
algún aura de artista.
No se nota muy bien si está descalzo
o si tiene pantuflas, y mirando mejor
parece que sonríe, descreyendo.
Podría ser Picasso
si no fuese mi abuelo.

XX


Fue como el esfumado de Leonardo
bastó un poco de sombra
así surgió la vida.

La perfección finalmente no vino
de la reproducción del máximo detalle
sino de ese dejar caer
algo en lo oscuro

algo que en la atracción de su
caída
donara la abertura a lo que el ojo
quiera, decida ver allí
.

Leonardo descubrió –entre otras cosas-
la magnética fuerza de aquella
invitación
mas fértil y perfecta
que un detalle del rictus, concretud.

Lo indiscernible fue
un líquido amniótico
ese espacio de vela y de
desvelo
lo que pueda surgir de su
frescura
el latente descanso
de imagen prometida.

Lo anterior –me parece o mejor dicho,
confío- refuerza la teoría de la no voluntad
una vez que llegado al punto
la náusea del esfuerzo perfección
resta solo alejarse
confiar en lo que ocurra.

Fue Leonardo esfumado
como el máximo objeto de su amor
renuncia del que todo había buscado
bosquejado, pulido.

Su camino al absurdo:
mientras más claro está
no ve más ni mejor
lo que la imagen quiere
no es pulso de la línea, o la composición,
sino el precioso avance de
la sombra
llamado a lo que el resto
es apenas un cuadro
una apuesta a ese punto

que exige creación.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char