Ilustración: Lucas Silva |
(Nantes, 1828-Amiens, Francia, 1905)
Amo esos dulces pájaros
Amo esos dulces pájaros, que se pasean en el aire
Su vida y su amor, y más rápidos que el relampago¡
Que vuelan todos juntos!
Amo la flor de los campos, que se recoge en la mañana,
Y que en la tarde, en el baile, se posa sobre su seno
¡Que de embriaguez se estremece!
Amo los torbellinos de los bailes, de los placeres,
Las fiestas, el atavío, y los tiernos deseos¡
Que se despiertan en el alma!
Amo al angel guardián que dirige mis pasos,
Que me aprieta la mano, y me da en voz baja
¡Para las dolores un dictamen!
Amo al triste sauce, en la muda tarde del día,
La cabeza aún caliente, llena de sombra y de amor,
¡Que se inclina y que piensa!
Amo la mano de Dios, puesta sobre nuestro corazón
Dejar caer sonriendo esa amorosa flor
¡Que se nombra esperanza!
Amo la dulce orquesta, en lágrimas, lamentándose
Que vierte sobre mi alma un lánguido acento,
¡Una triste armonía!
Amo sólo escuchar el lenguaje de los Cielos
Que hablan a la Tierra, y la llenan de fuegos
De Sol y de vida.
Amo a las orillas del mar, contemplar el cielo azul
Que encierra en su seno el poder de Dios,
¡Sentarme pensativamente!
Amo seguir en ocasiones en los sueños dorados
Mi alma que va a perderse en las corrientes azules
¡Su pensamiento inactivo!
Amo el secreto esfuerzo del corazón, que dulcemente
Se agita, el pensamiento de dulce principio
¡Que se siente en sí mismo!
Mejor que el árbol, el pájaro, la flor que complace a los ojos,
El sauce envuelto en lágrimas
Versión de Ariel Pérez
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La campana de la tarde
La barca huía sobre la fugitiva ola
La noche se prolongaba como una apacible tarde
A la Luna de cielo pálido, meditativa
Prestaba un dulce abrigo en su vestido negro
En la lejana niebla una triste campana
Suspira un piadoso sonido al compás de los campanazos
El santo ruido viene a pasar por el atento oído,
Como una sombra que el ojo cree en ocasiones entrever.
A la piadosa voz la dócil barca que
Sobre la ola se estremece, se detiene, después vacila,
Y sobre el flujo durmiente, sin despertarlo, se calma.
El barquero poseedor de una mano ruda y digna
Curva su fruncida frente, la devoción se muestra...
Y la barca retoma su marcha hacia el puerto
Versión Ariel Pérez
Tomados de poemasenfrances.blogspot.com
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