viernes, 4 de marzo de 2016

En la lejana niebla una triste campana

JULIO VERNE
Ilustración: Lucas Silva

(Nantes, 1828-Amiens, Francia, 1905)

Amo esos dulces pájaros

Amo esos dulces pájaros, que se pasean en el aire
Su vida y su amor, y más rápidos que el relampago¡
Que vuelan todos juntos!
Amo la flor de los campos, que se recoge en la mañana,
Y que en la tarde, en el baile, se posa sobre su seno
¡Que de embriaguez se estremece!

Amo los torbellinos de los bailes, de los placeres,
Las fiestas, el atavío, y los tiernos deseos¡
Que se despiertan en el alma!
Amo al angel guardián que dirige mis pasos,
Que me aprieta la mano, y me da en voz baja
¡Para las dolores un dictamen!

Amo al triste sauce, en la muda tarde del día,
La cabeza aún caliente, llena de sombra y de amor,
¡Que se inclina y que piensa!
Amo la mano de Dios, puesta sobre nuestro corazón
Dejar caer sonriendo esa amorosa flor
¡Que se nombra esperanza!

Amo la dulce orquesta, en lágrimas, lamentándose
Que vierte sobre mi alma un lánguido acento,
¡Una triste armonía!
Amo sólo escuchar el lenguaje de los Cielos
Que hablan a la Tierra, y la llenan de fuegos
De Sol y de vida.

Amo a las orillas del mar, contemplar el cielo azul
Que encierra en su seno el poder de Dios,
¡Sentarme pensativamente!
Amo seguir en ocasiones en los sueños dorados
Mi alma que va a perderse en las corrientes azules
¡Su pensamiento inactivo!

Amo el secreto esfuerzo del corazón, que dulcemente
Se agita, el pensamiento de dulce principio
¡Que se siente en sí mismo!
Mejor que el árbol, el pájaro, la flor que complace a los ojos,
El sauce envuelto en lágrimas

Versión de Ariel Pérez
**
La campana de la tarde

La barca huía sobre la fugitiva ola
La noche se prolongaba como una apacible tarde
A la Luna de cielo pálido, meditativa
Prestaba un dulce abrigo en su vestido negro

En la lejana niebla una triste campana
Suspira un piadoso sonido al compás de los campanazos
El santo ruido viene a pasar por el atento oído,
Como una sombra que el ojo cree en ocasiones entrever.

A la piadosa voz la dócil barca que
Sobre la ola se estremece, se detiene, después vacila,
Y sobre el flujo durmiente, sin despertarlo, se calma.

El barquero poseedor de una mano ruda y digna
Curva su fruncida frente, la devoción se muestra...
Y la barca retoma su marcha hacia el puerto

Versión Ariel Pérez
Tomados de poemasenfrances.blogspot.com

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char