Dolores Etchecopar
(Buenos Aires, Argentina, 1956)
52
mi hijo se muda en invierno
hay cosas que no entran en la caja
donde él puso sus zapatos y sus lápices
quedan partituras dentro mío
de una pieza inconclusa dolorosa
agradecida
¿pondré un bonsái en el cuarto vacío?
¿será para huéspedes su ausencia?
la puerta de su cuarto no sabe
si quedarse abierta o cerrada
es un telar la escalera
que subo y bajo desaforada
tejiendo con mis pies
lo que mi boca no llega a decirle
mientras él guarda sus estampas budistas
adentro de un diccionario
cuando él se vaya
se quedará el invierno buscando
las hojas de los árboles
mi hijo se muda esta tarde
lo encomiendo al ángel que creció
de la dulce costumbre de sus pasos
por la casa
***
47.
acerco mi corazón a la oscuridad de este río
¿qué harán sus materias coléricas y la dulzura
que viene del fondo?
¿tengo voz
para llegar a esta ciudad
a este tiempo?
la devastación no alcanza a detener
el traspaso de un pensar delicado
cada cosa
ruega amor
***
14
cuando yo tenía tres años
en el dibujo que coloreaba
siempre quedaba una punta
que se salía del contorno
todavía falta volvías a decirme
condenando el defecto
cada vez que te mostraba mi dibujo
(eras mi hermana dijeron)
durante años estuve borrando
lo que se pasaba de la raya
pero fue inútil
vuelve a brotar insistente
perdurable el defecto
aunque ya no hay nadie allí
donde sigues señalando
el defecto avanza por su cuenta
resquebraja los muros
como una briosa maleza
que ya no quiero arrancarme
tengo para él
otro alimento
otros parientes
De EL COMIENZO, hilos editora, 2010.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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