miércoles, 31 de agosto de 2016

Yo perdido todo me veo vivir





PAUL ÉLUARD
(Francia, 1895-1952)

A medianoche

Las puertas se abren las ventanas se descubren
Un fuego silencioso se enciende y me deslumbra
Todo se cumple encuentro
Criaturas que no quise

Aquí el idiota que tenía cartas del extranjero
Aquí el anillo inapreciable que él creía de plata
Aquí la charlatana de cabellos canosos
Aquí la niña inmaterial
Inacabada y fea impregnada de noche y de miseria
Recargada de malvas y de absurdas clemátides
Su desnudez su castidad dondequiera sensibles
Aquí el mar y los barcos sobre mesas de juego
Un hombre libre y otro y es el mismo
Bestias rabiosas ante el miedo disfrazado de lodo
Muertos dementes prisioneros todos los ausentes

Pero por qué no estás tú para despertarme.

De Poesía francesa del siglo XX traducida por Raúl Gustavo Aguirre / Poetas franceses contemporáneos (De Baudelaire a nuestros días)
***
22. Con la frente en el cristal como a quien hace velar la pena
cielo cuya noche he traspasado
Diminutas llanuras en mis manos abiertas
En su doble horizonte inerte e insensible
Con la frente en el cristal como a quien hace velar la pena
Yo te busco más allá de la espera
Más allá de mí mismo
Y no sé -tanto te amo-
Cuál de los dos se halla ausente.
***
26. He cerrado los ojos para no ver nada
He cerrado los ojos para llorar
Por no verte.

Dónde están tus manos las manos de la caricia
Dónde están tus ojos la voluntad del día
Tú perdido todo ya no estás aquí
Para iluminar la memoria de las noches.

Yo perdido todo me veo vivir.

Versiones de Manuel Álvarez Ortega

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char