lunes, 23 de enero de 2017

Ciego es el ángel porque nace en piedra

ALEJANDRO SCHMIDT
(Córdoba, Argentina, 1955)

Hay un orden y está en el cielo

algunos necesitan un trabajo para sentir que controlan la vida
algunos escuchan voces y obedecen
voces y se intimidan
algunos crecen silenciosos como plantas nocturnas al lado de las vías
algunos odian quedarse porque mantienen la ilusión del espacio
hay un orden y está en el cielo
algunos se retractan
algunos se destacan
todo es luz
no importa
es luz
en los cementerios
en los consistorios
en lo desdentado
en lo consultado
es la luz
Señora de impiedad
Señora de impropiedad
en algún momento lo azul, el jazmín, lo dulce, la música, los dibujos,
el afecto llegado
el ahora
los trabajos
fueron la sensación de algo mirando para aquí
ciego es el ángel porque nace en piedra
porque nace en la pena
porque nace
después de grandes noches
con el perro de Dios
algunos necesitan perder
algunos necesitan confusión
muchos recurren al cuenta pasos
convencen su memoria y actúan de implacables
algunos creen en el consuelo
algunos traen lo que se llevan
abandonan su cuervo al calendario
algunos son la nieve
algunos prefieren
otro piano
la contraseña
los contratos
está bien
las playas llegan al espíritu
muestran
la debilidad del fuego
está muy bien
y cuando descansamos
y cuando interpretamos
mantengamos la expectativa del infierno
algunos necesitan el descanso para cobrar la usura de lo extinto
algunos se confiesan con un juez ausente
muy pocos
muy pocos
todos los días
todos
arrojan el anillo o la corona
a esa eternidad que conocemos
más tarde que temprano
hay un orden y está en el cielo

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char