Anne Carson
(Toronto, Canadá, 1950)
... pero el espíritu de este joven,
el veloz, ¿no haría estallar
al vaso que quisiera contenerlo?
Déjelo intacto el poeta
como al espíritu de la Naturaleza,
que en tal materia
es aprendiz
hasta un maestro.
Él no puede vivir y perdurar
en el poema,
vive perdura
en el mundo.
(... Aber der Geist dieses Jünglings/ Der schnelle, müßt' er es nicht zersprengen/ Wo es ihn fassen wollte, das Gefäß?/ Der Dichter laß ihn unberührt/ wie den Geist der Natur,/ An solchem Stoffe wird zum Knaben/ der Meister./ Er kann im Gedichte/ nicht leben und bleiben,/ Er lebt und bleibt in der Welt.)
Friedrich Hölderlin
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Desplacemos ahora nuestra mirada histórica hacia Alemania, en el momento en el que el siglo XVIII pasa al XIX y concentremos nuestra atención en algunas palabras usadas para designar el color púrpura. La palabra inglesa "purple" procede del latín purpureus, que a su vez viene del griego PORFURA, un sustantivo que denota la púrpura. Este molusco marino, la lapa púrpura o múrex, era la fuente de donde se extraían todas las tinturas púrpuras o rojas en la antigüedad. Pero ese molusco, la púrpura, tenía otro nombre en griego antiguo, KALXH, y de esta palabra derivó un verbo y una metáfora y un problema para los traductores. El verbo KALXAINEIN, "buscar púrpuras", llegó a significar una emoción profunda y perturbadora: ensombrecerse de inquietud, estar plagado de preocupaciones, rebuscar en las profundidades de la propia mente, albergar negros pensamientos, rumiar sombríamente. Cuando el poeta lírico alemán Friedrich Hölderlin emprendió la traducción de Antígona de Sófocles en 1796, se topó con este problema en la primera página. La obra se inicia con una atribulada Antígona enfrentándose a su hermana Ismene. "¿Qué ocurre?", le pregunta Isemene y luego agrega el verbo púrpura. "Obviamente tu ánimo se ha ensombrecido (kalchainous) debido a alguna noticia" (Antigona, 20). Esta es la interpretación estándar de esa época. La versión de Hölderlin: Du scheinst ein rotes Wort zu färben, significaría algo así como "Pareces colorear de rojo tus palabras" o "teñir de rojo tus palabras". La letal literalidad del verso es típica de él. Su método de traducción era tomar cada ítem del lenguaje original y arrastrar al alemán exactamente tal como estaba en su propia sintaxis, con el mismo orden de las palabras y el mismo sentido lexical. El resultado fueron versiones de Sófocles que suscitaron las carcajadas de Goethe y de Schiller cuando las escucharon. Los críticos eruditos identificaron mil errores y calificaron a la traducción de desfigurada, ilegible, la obra de un loco. De hecho, en 1806, Hölderlin fue declarado demente. Su familia lo internó en una clínica psiquiátrica, de la que fue dado de alta un año más tarde por considerárselo incurable. Pasó los 37 años restantes de su vida en una torre que dominaba el río Neckar, en diversos estados de indiferencia o éxtasis, caminando de arriba abajo por su habitación, tocando el piano, escribiendo en trocitos de papel, recibiendo a algún raro visitante. Murió aún demente en 1843. (...)
Lo que sigue es una carta de 1798 a su amigo Neuffer, que empieza con la oración "La cualidad viva (lebendigkeit) en la poesía es lo que más preocupa ahora mi mente", y luego prosigue...
"... como soy más destructible que algunos otros hombres, debo procurar con mayor razón sacar algún provecho de lo que ejerce sobre mí un efecto destructivo... Debo aceptarlo de antemano como material indispensable, sin el cual mi ser más profundo nunca estaría completamente presente. Debo asimilarlo, acomodarlo... como las sombras de mi luz... como tonos subordinados entre los cuales el tono de mi alma surge de manera más viva." (...)
En su torre que dominaba el río Neckar, Hölderlin tenía un piano que a veces tocaba con tanta fuerza que rompía las teclas. Pero había días tranquilos en los que podía tocar y echar atrás la cabeza y cantar. Los que lo escucharon afirman que, por más atención que prestaran, no sabrían decir en qué idioma.
Variaciones sobre el derecho al silencio (Fragmento). Traducción de Mirta Rosenberg. Diario de Poesía, Nº 77 (12/08)
Tomado del blog de Diego Carballar.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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