martes, 10 de enero de 2017

Con tinta negra

Anne Le Marquand Hartigan

(Inglaterra, 1937. Reside en Dublín, Irlanda, desde 1962)


LARGA LENGUA

Si, según dicen los viejos,
nadie hay tan venenoso como yo,
y mi larga lengua puede
infligir más muerte,

fermentar palabras más potentes
hacer que las ratas recuerden u olviden,
agitar el cubo, usar de cebo
al marinero, sacudirlo hasta su muerte;

y sin embargo, si lo deseo, puedo hacer el bien;
¿qué originó este don
doblemente engañoso? ¿comí
carne blanca de serpiente, o

hundí mis dientecillos en el
dulce cuello del salmón,
mamé la ubre, leche brava
de vaca hechizada por el sol?

¿Puedo con una nota metida bajo
la puerta hacer que los pies de los que bailan
golpeteen, golpeteen, más, más?
El ritmo de la muerte hace trizas la vida

con un Alarido Degollador. Se cuaja
el espíritu en el habla endiablada;
aprieto la vena; la Palabra,
cesan los gritos.

¿Arrastro la culpa sombría
y el pesar doblemente hondo,
porque canto una canción de mujer,
debo, por tanto, llorar?

(de Long Tongue, Beaver Row Press, Dublin, 1982
en Palabras extremas: escritoras gallegas e irlandesas de hoy,
Eds. Manuela Palacios González, Helena González Fernández)
**
MUSA

Peligroso,
Yacer con una mujer de palabras?
Dulce esperma?
También ella puede manchar
lienzos blancos,
Con sangre caliente.
Con tinta negra.

(de Immortal Sins, Dublín, Salmon, 1993
Traducción de Luz Mar González Arias)

Tomados del blog emmagunst.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char