martes, 13 de junio de 2017

Al que hace lo que puede

Ámbar Past 
Tomada de Enciclopedia de la Literatura en México


(Durham, North Carolina, Estados Unidos, 1949; se naturaliza mexicana en 1985)

Agua

Que no esté seca la rama
de la ceiba en el cerro.

Allí cuelga el espejo
Donde nace la tempestad.

Que no resbale la niña
Que va a llenar su cántaro.

Que no vaya a quedar su tigre
ahí en el pozo.
**
Tierra

Dicen que la vela amarilla es para la tierra
y que la vela roja es para la tierra también.
Tierra, le busco para hablarle,
le busco para mi boca.
La sombra del frijol es suya.
Lo que siembra en el cielo,
que no le vaya a botar el viento.
Que no le vaya a salir una mala culebra
Que perdone mi cuerpo, lo que sabe le digo.

La mitad de sus hijos de hombre,
la mitad de sus hijos de mujer,
la mitad de los padres,
la mitad de las mujeres,
en sus uñas,
en sus dentros
en sus costados,
tienen algo que giran alrededor de los fogones.
Tienen nada en sus redes,
nada en sus morrales,
nada en sus costales.
Así no más le hablo.
**
Dedicatoria
Dedico este poema a los hombres que nunca se acostaron
[conmigo
a los hijos que no tuve
a los poemas que nadie escribió

Dedico este poema a las madres que no amaron a
[sus hijos
A las que murieron en hoteles
sin que nadie las acompañara

Lo dedico al autor de las pintas en los muros
Al hombre y a la mujer
Al torturado anónimo
Al que nunca dijo ni su nombre

Dedico este poema a los que gritan de dolor
y también a las parturientas
A los que gritan en la terminal de autobuses
en los portales del mercado

Lo dedico a los suicidas
A los poetas
que viven olvidados en alguna antología
Al que lava cadáveres
A las mujeres que se acuestan con todos
A los que siempre duermen solos

Dedico este poema a las comadres y a los compadres
que hacen el amor y se convierten en piedra
A los que se bañan con jícara
en Viernes Santo y se vuelven peces
Al hombre que quiso ser zopilote
y a los que sueñan que pueden volar

Dedico este poema al Señor de la Noche Estrellada
A la Guacamaya de Fuego
Al Llanto de las Moscas
A la Lluvia Verde
Al que Guarda la Miel
A la Hermandad de los Hermanos Menores
Al de la Máscara que Llora
Al Rugoso Caracol de Tierra
Al Vertedor de los Cuatro Rincones
A los Juntadores de Corteza para Preparar el Vino
{Ceremonial.

Lo dedico al que toca la flauta y el tambor cuando van a lavar
[los paños en el ojo de agua
A la que chapotea en las cascadas y se moja el pelo con
[agua de lirios
A la que da el pecho a su hijo en el cañaveral
A los que buscan el arco iris en el aceite de los charcos
A los remeros que inventan el canto con sus brazos
A los que lavan el nixtamal bajo la lluvia
A las que acarrean el agua en cántaros
y caminan por la carretera
A la niña viendo luciérnagas
A la niña con el candil en la mano
A los chamacos que saltan con el rastrojo en llamas
A los que corren sobre el fuego
entierran a sus muertos en la cocina
y cantan entre los escombros
Al que engaña a su muerte en las camas de los
[moribundos
Al que baja de los cerros para no quemarse con las
[estrellas
Al que agarra la mano de la muerte y baila con ella
A las que tienen muchas nueras y cargan iguanas
[en sus cabezas
A los colochos que venden nieve en tierra caliente
A los camaroneros divisando el cometa de madrugada
Al que arremanga su camisa y pide un hacha
A la que vende tamal de bola, de mumu y chipilín
A los que cortan elote tierno para comerlo crudo
y amarran la pata del perro que roba pollo
A los que hacen las maracas
y matan por amor
A los que se avientan al hoyo en el entierro de un amigo
Al poeta que no puede bajar del techo por estar
[tan enamorado
Al que hace lo que puede

Dedico este poema a los que no frecuentan cafés
ni piscinas ni saben hablar por teléfono
A los que no entran en los bancos
ni salen en la tele
A las de la primaria vespertina
que reciben declaraciones de amor con faltas de ortografía
A los poetas que nunca empiezan a escribir
A los meseros que tragan su dignidad
A las viejas que lavan ajeno
A las que no se atreven a opinar
ni a levantar la voz
A las que no pueden estar felices sin el consentimiento
[del macho
A los que se tiran al suelo y tragan su lengua entre la
[multitud
A las que duermen con sus delantales puestos
y piensan en el quehacer mientras sus maridos eyaculan
[prematuramente
A las que se levantan a oscuras en galeras de palma
A las que tortean en jacales
A la que se quemó su pelo
y manchó de tizne su falda
A los que asolean chilacayotes en su tejado
y no tienen sillones
A los que arrullan a sus hijos en tzotzil
y traen mugre bajo las uñas
A los pepenadores
A los que chaporrean
A los que siembran nopales y comen tortilla con sal
Al sereno que también trabaja de día
A la de la chancla rota que tiende cien camas cada
[mañana
Al viejo sin dientes que merca chicle en la playa
A los que viajan parados a la tierra del cacao
A las que traen las caras negras
y la cicatriz del llanto en su sordera

Dedico este poema al hombre encadenado
A los niños golpeados
A los hijos de alcohólicos
A las que cuidan a las criaturas de otros y ven a las suyas
[cada quincena
A la que trapea en el colegio y no sabe firmar su nombre
A las que comen en la mesa del hospicio
A los tullidos que se acurrucan junto al horno en alguna
[panadería
A los que atienden los baños públicos
y barren las calles al amanecer
A las que bailan en cabaretes
y están hartas

Dedico este poema al amasador de adobes que muere en la
[casa que construyó para otro
Al poeta en su velorio con la boca cerrada para siempre
A los que se escaparon de noche cuando el volcán
[sepultó su iglesia
A los vecinos que ya enterraron a sus hijos
uno tras otro como los años que pasan
A los que han tenido que vender a sus hijos su sangre
[y su sexo
A los que nada tienen que perder

Dedico este poema a los peones acasillados que invaden
[las tierras del patrón
A los que cavan túneles debajo del dinero
A los que prenden lumbre al ingenio
A los que no echan sombra y sin luna contemplan
[los puentes
A los niños de trece años que se alzan a la guerrilla
y conocen mujer por primera vez en la montaña
Para los dos heridos
Para Las Pelonas
Al tacuazín de Olga
A los chuchos apaleados
A niños que nacen en países donde la verdad está prohibida
[por ley
A los que han adoptado otro nombre
y llevan años sin saludar a la familia
A los que nunca durmieron en la misma cama
y comparten la fosa común

Dedico este poema a la madre que busca a su hijo
[en el anfiteatro
entre otros poemas decapitados
A la que no puede decir cuál cadáver es el suyo
y se despide de cada uno con un abrazo.


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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char