sábado, 22 de julio de 2017

Aprendiste del mar a caer y levantarte

Griselda García 
(Buenos Aires, Argentina, 1979)


Creer para ver
II

Cuerpo mío
aprendiste del mar a caer y levantarte
fuiste llenado y vaciado por y para ellos
para hacerlos más hombres cada vez
con la insistencia del mar te ofreciste
te fustigaron en tus avatares
en cada fase de la luna y sus ciclos
cuerpo mío, te hicieron hablar
tus secretos parieron locos nuevos
no es sin riesgos la escucha.

Ante un cuerpo de hombre sólo siento gratitud.
***
Sobreviviente

Amanezco con el pecho desnudo
junto a un soldado raso que fuma al sol.
Un bere bere me ofrece su pipa de kif,
los otros tripulantes
han sido enterrados de pie
junto a un muro.

¿Escuché, acaso,
el ulular de barcos en la tormenta,
el gemir de los ahogados,
el grito de los niños en el jardín?
Nada salvo el rumor del mar.

Bajo el mosquitero de una cama en Tánger
sigo con la vista la ruta de las arañas.
Me cura el sueño.
Con párpados pesados
me adormezco al sol,
inmóvil quién sabe hasta cuándo.
***
El llamado de la sangre

Cada noche Padre, ciego de ardor
golpeaba la cuna de carne
donde yo crecía.

Mi cuerpo recuerda la embestida
mes a mes.
En sangre acusa aquel deseo
este terror.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char