jueves, 6 de julio de 2017

Estirábamos la oscuridad como una manta

JOHN BERGER
(Hackney, Londres, Inglaterra, 1926-París, Francia, 2017) 

La fábrica

aquí
es siempre amanecer
hora de despertar
hora de la profecía revolucionaria
hora de las brasas
tiempo muerto de días de trabajo
sin fin
allí construíamos la noche
al encender el fuego
recostados en él
estirábamos la oscuridad como una manta
los prados próximos eran
el aliento de los animales dormidos
callados como la tierra
cálidos como el fuego
el frío es el dolor de creer
que nunca volverá el calor
aquí
la noche es un tiempo olvidado
eterno amanecer
y en el frío sueño
…… con el pino
…… quemado
…… como la lengua de un perro
…… tras sus dientes.

Versión de María Luisa Martínez Passarge y Ramón Vera Herrera.
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PALABRAS II

La lengua
es la primera hoja del espinazo 
los bosques del lenguaje la circundan

como un topo
la lengua
escarba la tierra del discurso

Como un pájaro
la lengua
vuela en los arcos de la palabra escrita

La lengua está emplumada y sola en su boca.

Versión de Sandra Toro
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De viva voz

Uno que sueña profundamente
con montañas
habla al día siguiente
con la voz de un burócrata

Otro al que nadie osa importunar
que duerme como un tanque
apostado en una plaza
implorará con la voz de un niño
que nunca fue desobediente

Un tercero para vencer el insomnio
se cree un castor
y ladra en las reuniones
en nombre de la necesidad

Aquel cuyas pesadillas
tratan de lo inmutable de la historia
explicará como un profesor
exactamente lo que se requiere
para progresar

Al oído del poema
escribo estos acertijos
nunca dichos
de viva voz

Traducción de Nacho Fernández R.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char