lunes, 30 de octubre de 2017

Todo disfraz repugna al que lo lleva

SILVINA OCAMPO

(Buenos Aires, Argentina, 1906-1993) 



De “La casa natal”

Yo huía de la sala, de la gran escalera, / del comedor severo con oro en la dulcera, / del mueble, de los cuadros de orgullosas presencias, / porque a mí me gustaban sólo las dependencias / que estaban destinadas para la servidumbre. / Trasladada en el último piso sin  pesadumbre entre maderas claras y deshechas cosas, me aproximaba a un mundo de prendas milagrosas, a la blancura nueva de la ropa lavada, al cuarto con maltosas donde esperaban  planchadas, al vidrio sin cortinas brillante como el hielo. […] Yo amaba sólo el pan con sabor arpillera, azúcar de la bolsa, no de la azucarera.
 (Lo amargo por dulce)
 **
De "La promesa"

¡Memoria, cuánto me hiciste sufrir! Sospeché que estaba por morir o muerta ya en la confusión de mi memoria. Luego advertí, al sentir un ardor agudo en mis ojos debido al agua salada, que estaba viva y lejos de la agonía puesto que los ahogados, es sabido, a punto de morir son dichosos y yo no lo era. Después de desvestirme o de haber sido desvestida por el mar, pues el mar desviste a las personas como si tuviese enamoradas manos, llegó un momento en que el sueño o el deseo de dormir se apoderó de mí. Para no dormirme, impuse un orden a mis pensamientos, una suerte de itinerario que ahora aconsejo seguir también a los presos, a los enfermos que no pueden moverse o a los desesperados que están por suicidarse.
(…) Como Shahrazad al rey Shariar, en cierto modo conté cuentos a la muerte para que me perdonara la vida a mí y a mis imágenes, cuentos que  parecía que no iban a terminar nunca.
**
Envejecer

Envejecer también es cruzar un mar de humillaciones cada día; 
es mirar a la víctima de lejos, con una perspectiva 
que en lugar de disminuir los detalles los agranda. 
Envejecer es no poder olvidar lo que se olvida. 
Envejecer transforma a una víctima en victimario. 

Siempre pensé que las edades son todas crueles, 
y que se compensan o tendrían que compensarse 
las unas con las otras. ¿De qué me sirvió pensar de este modo? 
Espero una revelación. ¿Por qué será que un árbol 
embellece envejeciendo? Y un hombre espera redimirse 
sólo con los despojos de la juventud. 

Nunca pensé que envejecer fuera el más arduo de los ejercicios, 
una suerte de acrobacia que es un peligro para el corazón. 
Todo disfraz repugna al que lo lleva. La vejez 
es un disfraz con aditamentos inútiles. 
Si los viejos parecen disfrazados, los niños también. 
Esas edades carecen de naturalidad. Nadie acepta 
ser viejo porque nadie sabe serlo, 
como un árbol o como una piedra preciosa. 

Soñaba con ser vieja para tener tiempo para muchas cosas. 
No quería ser joven, porque perdía el tiempo en amar solamente. 
Ahora pierdo más tiempo que nunca en amar, 
porque todo lo que hago lo hago doblemente. 
El tiempo transcurrido nos arrincona; nos parece 
que lo que quedó atrás tiene más realidad 
para reducir el presente a un interesante precipicio.
***
 Entrevista
Por María Moreno

Aquí

Fuente: Página 12/ Radar

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René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char