(Coronel Dorrego, Pcia. De Buenos Aires, Argentina, 1964)
soplo
giraba sobre el yuyal
posarse parecía
en un don diego cerrado
naranja
bajó
perdido en el mar
de puntas erizadas
de enero
algo fue a buscar
en la tierra
si el viento quería
mostraba
su antifaz de pícaro
sabelotodo
benteveo
había visto descender
justo ahíí justo ahíí
algo oscuro
un abejorro
mariposa negra
o el salto de un grillo
¿quién sabe?
sabe el benteveo
que bajó a comer
ojo aguja
su puntada en el agua
seca
olivillos grises
gramilla
ortigas
de tallos quemados
un jazmín
no me olvides
que cayó de mi patio
después el vuelo
y adiós
todo
fueron segundos
ahora
pierdo la mañana
por el rayo negro y amarillo
¿cómo puede deshacerse
el tiempo
en una sombra
iluminada?
¿qué quiero saber
que mi perra
despreocupada
entiende
y se echa a dormir
después de la visita
desatenta?
los versos rozan
la orilla del silencio
un contorno
de restos gastados
algas huesos pinzas caracoles
el secreto permanece
bajo la línea
de flotación
benteveo
dibujado minucioso
regalado de la belleza
cada trazo
en picada sobre el día
levantás tu alimento
y te vas
anunciando el instante
tu reino
***
Anunciación
clase práctica de botánica
la ramita que crece en la lata de tomate
especies autóctonas
en realidad son cuatro latas con sus cuatro
germinaciones
todas de hojas bipinadas
folíolos múltiples
seis a veintiocho centímetros
desplegadas de día
por la noche cerradas como párpados
follaje azulino
barba de chivo
maldiojo
el ejemplar originario está en una vereda
abandonado
entre arbustos siempreverdes
tamariscos
hay que buscarlo
con el delicado
tacto
del ojo
yo misma voy contando los pasos
hasta verlo aparecer
tras de la loma
su floración de reina
primera vez de una flor
no la olvido:
agrupadas en racimos piramidales
amarillas limón
cinco sépalos alrededor del cáliz
cinco pétalos libres
diez estambres declinados
larguísimos
rojos
rojo rojo
y la gota de polen
novia nocturna de la polilla esfinge
a plena luz del día
del abejorro
¿qué flor es esa? –decía
al amanecer
hora en que las cosas del mundo
se alumbran de una en una
como lámparas
resplandecen
de una en una
como milagros
volví a visitarla
la conversación asimétrica
entre mi clasificación
de linneo
y su boca
llamadora de pájaros
es difícil conseguirla en viveros
una belleza demasiado natural
resistente a las sequías
los suelos pobres
la chica del jardín pillahuinco
me dijo
cómo hacerlo
hace dos navidades dejé bolsitas
de tul verde
alrededor de los frutos
pequeñas redes para atrapar semillas
el momento exacto en que la chaucha se abre
suelta su dádiva:
moneditas livianas
brillantes como caramelos mediahora
nueve o diez milímetros
pasaba algunos días a mirarlo
el tul como un adorno
tal vez
alguien pensó en la costumbre
del árbol de diciembre
la espera era la misma
cuando no estaba allí presente
todo queda temblando
a punto de caer
de deshacerse
el árbol con los tules
haciendo sus semillas
y mi pequeña trampa
identificar
poner un orden
cerrar la mano
los últimos días de enero
juntamos las bolsitas
estallaban
las chauchas doradas
con ruido de maderas
saltaban en el aire
las semillas
brasas
(no lo invento yo
sucedía)
daban ganas de llevarlas a la boca
el secreto de la flor extraña y dulce
las cintas rojas que atan el cielo
nos protegen
empezaba a llover
amarillo como las flores
un perro
bajo el agua
vigilaba mi ronda
desanudar el tul
esconder algo
era el único vecino atento
al peligro de mi mano
menos
en nuestra atención minuciosa confiamos
que en la ligera distracción de la naturaleza
puse la semilla entre algodones
la alimenté con agua limpia
del germinador a la tierra
dos cotiledones anuncian que está viva
ahora
son cuatro latas
con sus cuatro germinaciones
el follaje azul y el movimiento
de abrir y cerrar
folíolos
se fortalece el tallo alimentado
de mis amores
pero no es tiempo
todavía
de trasplantarlas
a la intensa agitación del patio
mecidas
en la vida artificial
bostezan
cubriéndose la boca
puede llevar años
la encarnación de una flor
su vestido
De Libro de horas, Bajo la luna, Buenos Aires, 2017.
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