lunes, 27 de noviembre de 2017

Su puntada en el agua

LAURA FORCHETTI

(Coronel Dorrego, Pcia. De Buenos Aires, Argentina, 1964)

soplo

giraba sobre el yuyal

posarse parecía
en un don diego cerrado
naranja

bajó

perdido en el mar
de puntas erizadas
de enero

algo fue a buscar
en la tierra

si el viento quería
mostraba
su antifaz de pícaro
sabelotodo
benteveo

había visto descender
justo ahíí justo ahíí
algo oscuro

un abejorro
mariposa negra
o el salto de un grillo

¿quién sabe?

sabe el benteveo
que bajó a comer

ojo aguja
su puntada en el agua
seca

olivillos grises
gramilla
ortigas
de tallos quemados
un jazmín
no me olvides
que cayó de mi patio

después el vuelo
y adiós

todo
fueron segundos

ahora
pierdo la mañana
por el rayo negro y amarillo

¿cómo puede deshacerse
el tiempo
en una sombra
iluminada?

¿qué quiero saber
que mi perra
despreocupada
entiende
y se echa a dormir
después de la visita
desatenta?

los versos rozan
la orilla del silencio

un contorno
de restos gastados
algas huesos pinzas caracoles

el secreto permanece
bajo la línea
de flotación

benteveo
dibujado minucioso
regalado de la belleza
cada trazo
en picada sobre el día
levantás tu alimento
y te vas
anunciando el instante
tu reino
***
Anunciación

clase práctica de botánica
la ramita que crece en la lata de tomate
especies autóctonas

en realidad son cuatro latas con sus cuatro
germinaciones

todas de hojas bipinadas
folíolos múltiples
seis a veintiocho centímetros
desplegadas de día
por la noche cerradas como párpados

follaje azulino
barba de chivo
maldiojo

el ejemplar originario está en una vereda
abandonado
entre arbustos siempreverdes
tamariscos

hay que buscarlo
con el delicado
tacto
del ojo

yo misma voy contando los pasos
hasta verlo aparecer
tras de la loma

su floración de reina

primera vez de una flor
no la olvido:

agrupadas en racimos piramidales
amarillas limón
cinco sépalos alrededor del cáliz
cinco pétalos libres
diez estambres declinados
larguísimos                                                                     
rojos
          rojo rojo

y la gota de polen

novia nocturna de la polilla esfinge
a plena luz del día
del abejorro

¿qué flor es esa? –decía

al amanecer

          hora en que las cosas del mundo
          se alumbran de una en una
          como lámparas
          resplandecen
          de una en una
          como milagros

volví a visitarla

la conversación asimétrica
entre mi clasificación
de linneo
y su boca
llamadora de pájaros

es difícil conseguirla en viveros
una belleza demasiado natural
resistente a las sequías
los suelos pobres


la chica del jardín pillahuinco
me dijo
cómo hacerlo

hace dos navidades dejé bolsitas
de tul verde
alrededor de los frutos

pequeñas redes para atrapar semillas

el momento exacto en que la chaucha se abre
suelta su dádiva:

moneditas livianas
brillantes como caramelos mediahora
nueve o diez milímetros

pasaba algunos días a mirarlo
el tul como un adorno

tal vez
alguien pensó en la costumbre
del árbol de diciembre

la espera era la misma
cuando no estaba allí presente

          todo queda temblando
          a punto de caer
          de deshacerse

el árbol con los tules
haciendo sus semillas                  
y mi pequeña trampa

identificar
poner un orden
cerrar la mano

los últimos días de enero
juntamos las bolsitas

estallaban
las chauchas doradas
con ruido de maderas
saltaban en el aire
las semillas
brasas

(no lo invento yo
sucedía)

daban ganas de llevarlas a la boca
el secreto de la flor extraña y dulce
las cintas rojas que atan el cielo
nos protegen

empezaba a llover
amarillo como las flores
un perro
bajo el agua
vigilaba mi ronda

desanudar el tul
esconder algo

era el único vecino atento
al peligro de mi mano

menos
en nuestra atención minuciosa confiamos
que en la ligera distracción de la naturaleza

puse la semilla entre algodones
la alimenté con agua limpia

del germinador a la tierra
dos cotiledones anuncian que está viva

ahora
son cuatro latas
con sus cuatro germinaciones

el follaje azul y el movimiento
de abrir y cerrar
folíolos

se fortalece el tallo alimentado
de mis amores

pero no es tiempo
todavía
de trasplantarlas
a la intensa agitación del patio

mecidas
en la vida artificial
bostezan
cubriéndose la boca

puede llevar años
la encarnación de una flor
su vestido

De Libro de horas, Bajo la luna, Buenos Aires, 2017.

No hay comentarios:

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char