martes, 28 de noviembre de 2017

Un nido de ave tejido en las ramas del planeta

Bárbara Belloc

(Buenos Aires, Argentina, 1968)

15

No, no es el mar,
es una isla errante de polvo celeste
avistada por un vigía cabeza abajo.

No. Es tierra firme contracorriente del cielo,
no, contra el mar.

No, es agua nueva que emerge del fondo, revuelve,
amenaza con formar un continente.
Pero no.

Y así y todo, agua y lodo,
la mezcla
comenzó con un no.

Namibia.

El desierto.

El viajero y su burro
miran arriba y ven
que la fuente es
un nido de pájaros.
Se quedan un rato observando.

Como en un documental
o las tomas descartadas de un documental:
las vistas inútiles, sin crimen, sin crecimiento,
el tono descriptivo del texto que acompaña las imágenes,
las inflexiones de la voz humana,
la naturaleza pixelada. No, en alta definición.

El hombre y su burro miran desde abajo
un nido de ave tejido en las ramas del planeta
que emite las 24 hs del día, desde 1927,
ondas de televisión al espacio sideral.

Son las señales que más lejos viajan,
a donde nadie llegó, no llegó una nave,
no se sabe qué hay, qué es.
miran arriba y ven
que la fuente es
un nido de pájaros.
Se quedan un rato observando.

Como en un documental
o las tomas descartadas de un documental:
las vistas inútiles, sin crimen, sin crecimiento,
el tono descriptivo del texto que acompaña las imágenes,
las inflexiones de la voz humana,
la naturaleza pixelada. No, en alta definición.

El hombre y su burro miran desde abajo
un nido de ave tejido en las ramas del planeta
que emite las 24 hs del día, desde 1927,
ondas de televisión al espacio sideral.

Son las señales que más lejos viajan,
a donde nadie llegó, no llegó una nave,
no se sabe qué hay, qué es.

En mis travesías escapando de las zonas áridas
vi cosas todas distintas, piensa el hombre.

El esfuerzo de las manadas.
Los círculos de noche, rondando
el fuego en el centro de los campamentos,
el hambre, siempre el hambre. La carne salada.
Carne podrida. Espejismos.
Ciudades que no existen ni existieron.
Humos invisibles. Humos sin combustión.
Tormentas de arena que se parecen a nuestras madres
viniendo corriendo a abrazarnos.

Así debe de haber sido siempre, siente el hombre,
el hombre subido al recado, el burro cubierto de polvo celeste
como diamante sobre diamante.
Las estrellas precipitándose.

La fuente
serpiente

los brazos abiertos.

De El sonido (edición digital). Deshielo Ediciones, 2017. 

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char