MARY CORNISH
(EE.UU., 1948. Reside en Bellingham, Washington, EE.UU.)
LOS NÚMEROS
Me gusta la generosidad de los números.
La disponibilidad, por ejemplo,
que demuestran para contar
personas o cosas:
dos pepinillos, una puerta de habitación,
ocho bailarinas engalanadas como cisnes.
Me gusta la docilidad de la suma
-añadir dos tazas de leche y batir-,
su sentido de la abundancia: seis ciruelas
en el suelo, tres más
cayendo del árbol.
Y la tabla de multiplicar
peces por peces,
su lomos plateados reproduciéndose
bajo la sombra
de un barco.
Ni siquiera la resta representa una pérdida,
sino incorporación a alguna otra parte:
de cinco gorriones echaron a volar dos,
los dos están ahora
en otro jardín.
Hay una amplitud en la división,
cuando abres la comida china
cajita a cajita,
y dentro de cada galleta de la suerte
aguarda una nueva fortuna.
Y nunca dejaré de sorprenderme
por el regalo del resto,
liberado al final:
cuarenta y siete dividido entre once es igual a cuatro,
y quedan tres.
Tres niños a los que llaman sus madres,
dos italianos haciéndose a la mar,
un calcetín que dondequiera que busques no está.
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Trad. de Jesús Jiménez Domínguez en su blog jesusjimenezdominguez.blogspot. La imagen, Paul Nougué, "Nacimiento de un objeto", 1929-1930.
Cortesía de Jonio González
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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