martes, 23 de enero de 2018

El oscuro ciego rabioso animal

Hilda Hilst
(Jaú, Brasil, 1930–Campinas, id., 2004) 

II
Lo que quedó de mí
más allá de mí misma
no lo sé
Ni lo digas a los niños
porque en lo que quedó
la palabra de amor
está partida
imperceptible sombra
de flor en el frágil ramo.
Ni lo digas a los hombres.
Era el río
y antes del río había arena.
Era playa
Y después de la playa estaba el mar.
Era amigo
¡ah! Y si hubiera existido
quién sabe resultaba eterno.
Nada quedó de mí
más allá de mí misma.
Tenue voluntad de poesía
e incluso eso
Imperceptible sombra
de flor en el frágil ramo.

Versión de Salvador Viedma. Caleta Olivia ediciones, col Traducciones, Buenos Aires, 2017.
**
16

No es verdad.
No todo fue tierra y sexo
en mí
si soy poeta
es porque también
se hablar de amor
suavemente.

Y como nadie se
acariciar
la cabeza de un perro
en la madrugada.
**

Que las barcazas del Tiempo me devuelvan
la primitiva urna de palabras.
que me devuelvan a ti y a tu rostro
como lo conocí desde siempre: punzante
pero centellante de vida, renovado
como si el sol y el rostro caminasen
porque venia de uno la luz del otro.

Que me devuelvan la noche, el espacio
para sentirme tan vasta y poseída
como si aguas y maderas de todas las barcazas
se hiciesen materia rediviva, adolescencia y mito.

Que te devuelva la fuente de mi primer grito.
**
III

Descansa.
El hombre ya se hizo
el oscuro ciego rabioso animal
que pretendías.

Traducciones: Leo Lobos

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char