(Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, 1925-Temperley, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1995)
23 – IX
No hay tiempo.
Ya no hay tiempo.
Pero, ¿alguna vez hubo tiempo?
La ilusión de la vida por delante,
se conjuga con el verbo
de la vida por detrás.
Y todo transcurrir no es más que un punto,
quizá un punto extensible
o el revés de ese punto,
porque el tiempo es puntual.
Un punto que a veces se desliza levemente,
como una gota de asombro de la luz
o un inesperado corpúsculo de sombra,
tan sólo para justificar algo parecido a un nivel
en el barómetro casi fijo
que mide la presión imposible de la vida.
O tal vez simplemente
la presión diagonal de lo imposible.
**
48 - III
Un caos lúcido,
un caos de ventanas abiertas.
Una confusión de vértigos claros
donde la incandescencia se construye
con el movimiento total de la ruptura.
Viajar por las líneas
que se quiebran a cada instante
y rodar como un émbolo sin guía
hacia los núcleos aleatorios
de las cancelaciones primigenias.
Tocar las vértebras sin eje,
los círculos sin centro,
las particiones sin unidad,
los choques sin contacto,
las caídas sin escuadra,
los pensamientos sin quien piense,
los hombres sin más rostro que su dolor.
Y recoger allí la ley de lo casual,
la norma de lo imposible:
cada forma es un borde cortante del caos,
un ángulo perplejo de sus ojos abiertos,
los únicos abiertos.
Porque el caos es la tregua de la nada,
la lucidez sin compromiso,
la intersección aguda
de un espacio sin interés por los objetos
y de un tiempo pensante.
**
Detenerse ante el asombro
que se despliega en el gesto de la rosa
que se despliega en el gesto de la rosa
o en la maravillada tertulia
que entablan los colores y los pájaros
sobre la franja insegura del atardecer,
equivale a asombrarse del asombro.
Aparece entonces una nueva inocencia,
más esencial que la primera.
Sólo en ella germina
el asombro definitivo:
el reconocimiento a través de las máscaras.
La salvación por el asombro.
De Poesia Vertical Antologia esencial. Selección de Sandra Santana Mora y Beatriz San Vicente supervisada por Laura Cerrato.
***
30
La guillotina del día
decapita
la nomenclatura triste de las cosas
y todo pasa a tener un solo nombre,
presentido, vertiginoso, impronunciable.
Todo juega el gran juego:
desfilar,
transitar como un gesto de adiós,
temblar, saltar, pensar o no pensar,
sentir, caer, callar el nombre.
Callar el nombre,
decirlo
sin la palabra agreste de un lenguaje.
Toda la realidad al fin es esto:
decir un nombre de otro modo.De Novena poesía vertical. Carlos Lohlé, 1986
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