jueves, 22 de marzo de 2018

Nada se pierde con perderte

Mario Bojórquez

(Los Mochis, Sinaloa, México, 1968)

LAUDO
Així com el jornpassatjamai no torna,
maimés no tornaràs a travessar, del mar,
aquestesaigües.
Antoni Marí

Así como el día pasado ya no vuelve
No volverás a ser el que elevada voz
Tundía bajo el soplo de almendras infinitas 
Una canción de cuna para su propio pecho

No habrás de ser aquel 
Que a la sombra de un álamo
Hendía el aire con notas dispersadas 
En el sutil perfume de una tarde en el río

No serás ni los días regresarán a tu costa
Henchidos de obsequiosas memorias de lo oscuro
Solares de desmedida holganza 
De quietudes perfectas

Así como el día pasado ya no vuelve
No  volverás sobre tus propios pasos 
A recorrer la senda abierta para ti
En el jardín que guarda tu memoria

Ni aun en despoblada fronda habrás de hollar
A ti debido el tránsito entre frutos de higo
De granadas, de flores a tus pies

Sólo eres hoy aquel que no querías

Eres el que no supo decir lo que deseaba
La codiciosa boca que el fruto no mastica
Que  echa a perder, arpía, banquete y festival

Eres el insaciado que mira con envidia 
La insoportable alegría de los otros
El que se duele hasta los huesos por la inocente risa

Se te nublan los ojos por la ira
Se te hinchan las manos de cruel remordimiento
Se emponzoña tu sangre

Qué hoguera, qué abandono
Qué miserable eres a orillas de la vida

Así como el día pasado ya no vuelve
No volverán en ti a urdir campanas
De fiesta en campos florecidos
Ni en tus manos dorará el trigo de las eras
Ni blanqueará su nieve en tu molino

Como si el universo se te hubiera cerrado
En una niebla espesa que te impide
Saber cuál es la grieta de la roca 
Que habrá de ser la fuente donde bebas

Como si el universo en contra tuya
Inyectara en el aire aquel veneno
Que dobla tus rodillas

Así como no vuelve el día 
A girar en sus goznes las horas ya pasadas
Y en lo alto su sol habrá de descender
Hasta perderse
Así te perderás

Así te perderás como se pierde
El perfume en el aire que siempre sopla fuerte
Te perderás de un modo tan terrible
Que ni a tus ojos podrás reconocer tu propia piel
Ni tus oídos escucharán tu voz
Como si fuera otro ese que habla en ti
Ni aun tu sangre
Responderá en el pálpito
Y la lengua pronunciará
Un idioma que hasta hoy te es desconocido.

Que no te aflija
Nada se pierde con perderte.

Te llamarás Amargo, en tus encías
Florecerá un jardín de arborescente sarro
Y en tu alta cabeza seborrea arrancará mechones
Cataratas de nieblas en tus ojos

Te llamarás Llagado sin afrenta
La viva piel que ulcera la tierra donde pisa
Te llamarás Sin fe
Y habrá otro tú
Edificado en pena
Que infectará en redondo

La lepra es justiciera
Habrá de distinguirte en el mercado
La turba dando voces
Anunciará que llegas
Que el tufo de tus ácidos
Se anticipó a la clara campanilla

Y para qué volver te has preguntado
Para qué y para qué
Y para qué volver

Si en el volver hubiera ramos de olor aguardando tu paso
Si en leves frondas cuajadas sí de frutos, de alegres floraciones, de luz concreta y ácida, 
Y allá junto a las fuentes un ejército de náyades danzando para ti 

Si volver en el agua, dúctil, ligero, fluente; si en el aire
Si volver despertara en ti al que eres, si te volvieras vuelta, giro, comienzo de ti mismo
Si volverte, si volver te fundara, volverías sin dudarlo
Aunque los días pasados no pasaran de nuevo.
**
Casida del odio
(Fragmento)
I
Todos tenemos una partícula de odio
un leve filamento dorando azul el día
en un oscuro lecho de magnolias.

II
Todos
tenemos una partícula de odio macerando sus jugos,
enmarcando su alegre floración,
su fruta lánguida.

¿Pero qué mares
ay, qué mares, qué abismos tempestuosos golpean
contra el pecho y en lugar de sonrisas abren garras colmillos?

Levanta el mar su enagua florecida, debajo de su piel va
creciendo una ola dispersada en su vacua intrepidez elástica.
Levanta el mar su odio y el estruendo se agita contra los muros
célibes del agua y atrás y más atrás viene otra ola, otro fermento,
otra forma secreta que el mar le da a su odio, se expande sábana
de espuma, se alza torre tachonada de urgencias; es monumento
en agua de la furia sin freno.

III
Todos tenemos
una partícula de odio
y cuando el hierro arde en los flancos marcados
y se siente el olor de la carne quemada
hay un grito tan hondo, una máscara en fuego
que incendia las palabras.

IV
Todos tenemos una
partícula de odio.

Y nuestros corazones
que fueron hechos para albergar amor
retuercen hoy los músculos, bombean
los jugos desesperados de la ira.

Y nuestros corazones
otro tiempo tan plenos
contraen cada fibra
y explotan.

V
Todos tenemos una partícula
de odio
un alto fuego quemándonos por dentro
una pica letal que horada nuestros órganos.

Sí, porque donde antes hubo
sangre caliente, floraciones de huesos explosivos,
médula sin carcoma,
empecinadamente, tercamente,
nos va creciendo el odio con su lengua escaldada
por el vinagre atroz del sinsentido.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char