(Buenos Aires, Argentina, 1919-Viterbo, Italia, 1978)
Cuando tú, mi poesía, lees poesía,
se oscurece el cielo de una verde luz,
la gente escapa de la orilla del mar
por una impresión remota de tormenta
o de litigio entre los elementos;
enarbolan llamas los cables del tranvía
y un gran silencio baja sobre la ciudad:
es la poesía que se contempla a sí misma.
Lees palabras de un tiempo desaparecido,
de un presente que se desmorona sin pausa
velozmente en el informe pasado,
de un rey y coronas, jardines y guerras,
tú, que eres la corona de todo imperio
y el jardín del mundo conocido
y la guerra de sentidos de la naturaleza,
lees "¿quién creerá en mis versos en el porvenir
si digo ahora todo tu valor?"*,
y sucede en ese momento que esos versos,
como una flecha arrojada hacia los siglos,
alcanzan a quien un día los inspiró.
Y entonces, lo oscuro verde se hace total,
la gente se guarece, agobiada,
y en un silencio como de terremoto,
se alza la luna sobre los Castillos Romanos
y lentamente gira todo hacia el azul,
mientras tú, mi poesía, lees poesía.
De Italienisches Liederbuch.
Milano, Rizzoli, 1974 Versión de Jorge Aulicino |
*Soneto XVII
¿Quién creerá en el futuro a mis poemas
si los colman tus méritos tan altos?
Y soy, lo sabe Dios, como una tumba
que esconde y muestra apenas tus virtudes.
Si pudiera nombrar tus bellos ojos
y en metros nuevos numerar tus gracias,
diría el porvenir: “Miente el poeta,
son rasgos celestiales y no humanos”.
Se haría burla de mis viejos pliegos
como de los ancianos charlatanes,
sería la evidencia “un rapto lírico”,
“verso inflamado de canción antigua”.
Mas si entonces viviera un hijo tuyo,
mis versos y él dos vidas te darían.
Sonetos (William Shakespeare)
Traducción de Christian Law Palacín, Bartleby Editores, 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario