ALEJANDRA AGUIRRE(Buenos Aires, Argentina, 1970)
de Agua en expansión
Este débil latir arrima. Parpadea como un gemido
que no quiere ser visto. El locutor grita
estridente y obliga a dar un paso, fuera de algo,
soltar esa diagonal, fija asimetría, páramo
donde me dejo caer.
***
Terreno abierto
Tomarme siempre como la medida de las cosas.
Apenas este capricho que absorbe,
pozo ciego o zona en construcción.
Con el impacto recurro al clamor
en la pendiente, pantano, alma
suspendida a esa Luz,
a esa ráfaga que aparece en las paredes.
Hundirse, con cintura y manos
me hundo hundida busco
y me devora, fango, insaciable.
Esa leve letanía del alma, sacudida
sacude y clava, entierro las ropas,
con el viento -vida y alma-,
a solas el sustento, a secas
desprendo la costra larvada
o lustrosa desde donde canto.
***
Diluvio
Que los propios rasgos se diluyan,
perder el nombre, el claro, el uno mismo, el otro.
En uno mismo. Es uno mismo.
Virar de fondo,
rodeado de oscuridad, borrar la foto.
Hacer figuras en el espejo, formas.
Olvidar en la niebla.
perderse de vista. Por amor. Abandonarse.
de Ventana lateral (Huesos de Jibia, 2010)
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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