martes, 9 de julio de 2013

Perdona que no pueda hablarte con palabras elevadas

JOHANN WOLFGANG GOETHE 

(Fráncfort del Meno, Hesse, Alemania, 1749–íd., 1832)


FAUSTO 
DEDICATORIA 

Os aproximáis de nuevo, formas temblorosas que os mostrasteis hace ya mucho tiempo a mi turbada vista. Mas, ¿intento apresaros ahora?, ¿se siente mi corazón aún capaz de semejante locura? Os agolpáis,
luego podéis reinar al igual que, saliendo del vaho y la niebla, os vais elevando a mi alrededor. Mi pecho
se estremece juvenilmente al hálito mágico de vuestra procesión.
Me traéis imágenes de días felices, y algunas sombras queridas se alzan. Como a una vieja leyenda
casi olvidada, os acompañan el primer amor y la amistad; el dolor se renueva; la queja vuelve a
emprender el errático y laberíntico camino de la vida y pronuncia el nombre de aquellas nobles personas
que, engañadas por la esperanza de días de felicidad, han desaparecido antes que yo.
Las almas a las que canté por primera vez ya no escucharán estos cantos. Se disolvió aquel amigable
grupo y se extinguió el eco primero. Mi canción se entona para una multitud de extraños cuyo aplauso
me provoca temor, y todo aquello que se regocijaba con mi canto, si aún vive, vaga disperso por el
mundo.
Me sumo en una nostalgia, que no sentía hace mucho tiempo, de aquel reino de espíritus, sereno y
grave. Mi canto susurrante flota como arpa de Eolo; un escalofrío se apodera de mí. Las lágrimas van
cayendo una tras otra. El recio corazón se enternece y ablanda. Lo que poseo lo veo en la lejanía y lo que
desapareció se convierte para mí en realidad.

PRELUDIO EN EL TEATRO 

DIRECTOR
Vosotros dos, que tantas veces nos apoyasteis en la necedad y la aflicción, decidme qué acogida
esperáis para nuestra empresa en estas tierras alemanas. Yo, sobre todo, querría agradar sobremanera
al estado llano, porque vive y deja vivir. Ya están colocados los postes, ya se montó el tablado y todos
se las prometen felices. Se han sentado allí confiados, con los ojos bien abiertos y deseando que
asombren. Aunque sé cómo dar sosiego al espíritu del pueblo, nunca me he sentido tan desconcertado:
no están acostumbrados a lo bueno, pero han leído mucho. ¿Cómo conseguiremos que, siendo todo
fresco, nuevo y relevar resulte a la vez agradable? Y es que, la verdad, me gusta ver al pueblo llano
acercarse en torrente a nuestra carpa y agolparse con insistente afán para pasar por la estrecha puerta
de la Gracia, verlo a pleno sol, antes de las cuatro, llegar a empellones hasta la taquilla y casi romperse
el cuello por su entrada, como se lo rompen por el pan en tiempos de escasez. Propiciar este milagro
en gente tan diversa es algo que sólo logra el poeta, ¡consíguelo hoy, amigo!
POETA
No me hables de esa abigarrada multitud cuyo aspecto panta al espíritu. Presérvame del ondulante
flujo que, a nuestro pesar, nos empuja hacia el torbellino. No; llévame a ese sereno rincón del cielo
donde sólo para el poeta florece la auténtica alegría, donde, con mano divina, el amor y la amistad
procuran y dispensan bendiciones a nuestro corazón. Lo que de nuestro pecho brotó, lo que los labios
empezaron a balbucir, malogrado o tal vez conseguido, queda envuelto por la salvaje violencia del
instante. Lo que brilla nació para el instante; lo auténtico permanece imperecedero en la posteridad.
PERSONAJE CÓMICO
Cómo me gustaría dejar de oír hablar de posteridad. Si me pongo a hablar de ella, ¿quién hará reír a
nuestra época? Esta quiere y debe disfrutar. Nunca es poco la presencia de un muchacho divertido; el
que sabe expresarse con gracia no amargará el humor del pueblo; deseará estar ante un público amplio
para conmoverlo con más seguridad. Por eso, pórtate bien y sé ejemplar; haz oír a la fantasía con todos
sus coros, a la razón, al entendimiento, a la sensibilidad, a la pasión; pero, eso sí, cuídate de la locura.
DIRECTOR
Pero, sobre todo, ¡que haya acción! Se viene a ver; lo que gusta es mirar. Si ante los ojos ofreces una
trama con muchos sucesos, de manera que la gente se quede boquiabierta, te habrás ganado a la masa y
serás un hombre bienamado. La masa sólo puede ser movida por la masa y así cada cual se procurará
lo suyo. El que mucho reparte, da un poco a cada uno, y así todos salen contentos de la sala. Si les das
una pieza, dásela en piezas, con ese ragú te sonreirá la fortuna: lo representado con sencillez es igual
de fácil de imaginar. De nada sirve que lo ofrezcas todo entero, pues el público lo desmenuzará.
POETA
No comprendéis lo innoble que es ese oficio, lo poco se adecua al auténtico artista. Veo que las
chapuza esos esmerados señores se han convertido en tu máxima.
DIRECTOR
Semejante reproche me deja indiferente. Aquel que obrar correctamente, debe servirse de la
herramienta a piada. Piensa que has de partir madera blanda y mira a aquellos para quienes tienes que
escribir. Uno viene aburrimiento; el otro llega ahíto de su mesa y, lo que es peor, algunos lo hacen
después de haber leído el periódico. Acuden distraídos, como a un baile de máscaras; las damas, para
lucirse, se esmeran en su arreglo y represe desinteresadamente su comedia. ¿Qué imaginabas desde tus
alturas poéticas? ¿Qué hay de malo en una sala llena? Observa de cerca a esos mecenas: la mitad son
frío; la otra, rudos. Uno, después de la función, espera jugar a las cartas; otro pasar una noche de amor
al abrigo de los pechos de una fulana. ¿A qué viene, pobre loco, molestar a las amables musas para tal
fin? Te lo digo: dales más y más, y mucho más, y así nunca te apartarás del objetivo. Intenta sólo
embrollar a los hombres; satisfacerlos es muy difícil... ¿Qué prefieres, el entusiasmo o el dolor?
POETA
Anda y búscate otro esclavo ¿Debe el poeta desaprovechar frívolamente el supremo derecho que la
naturales dona? ¿Con qué conmueve él a todos los corazones? ¿Con qué logra vencer todo elemento?
¿No es acaso la armonía la que, saliendo del pecho, anuda el mundo al corazón? Cuando la naturaleza,
tejiendo serena, somete en el huzo la longitud infinita del hilo; cuando, provocándonos fastidio, la
inarmónica multitud de todos los seres, por entreverarse unos con otros, resuena desordenada, ¿quién,
dole vida, divide en intervalos esa serie monótona para que tenga ritmo?, ¿quién atrae lo aislado hacia
esa consagración universal en la que tañen magníficos acordes? ¿quién hace que se desencadenen con
furor las tormentas y que brille con gravedad el crepúsculo?, ¿quién esparce todas las bellas flores de
la primavera por la senda que pisa la amada?, ¿quién trenza insignificantes hojas dándoles la forma de
una corona merecedora de todo mérito? La fuerza del hombre puesta de manifiesto en el poeta.
PERSONAJE CÓMICO
Pues usa, entonces, esas fuerzas formidables y emprende tu labor creadora como se emprende una
aventura amorosa: uno se aproxima por casualidad, siente y se queda. Poco a poco se ve atrapado y
crece la dicha, pero pronto se pelea. Aunque se esté encantado, el dolor viene y, antes de que se repare,
se ha acabado la novela ¡Ofrécenos una función de este tipo! Echa mano de la vida en su totalidad.
Todos la viven, pero no muchos la conocen; cuando les asombre, les parecerá interesante. Poca
claridad con mucho color, mucho yerro y una sombra de verdad, así fermenta la mejor bebida, que a
todo el mundo refresca y reconstituye. Entonces se reunirá la flor de la juventud ante tu escena y
escuchará atentamente tu mensaje, y toda alma sensible absorberá en tu obra el sustento de su melancolía. Ora este, ora el otro se emociona; cada cual ve lo que lleva en el corazón. Ya están dispuestos
tanto a reír como a llorar. Todavía alaban el ímpetu; disfrutan con la apariencia. No hay nada que
conmueva al ya maduro, pero el que se está haciendo, siempre lo agradecerá.
POETA
Devuélveme entonces ese tiempo en el que yo estaba aún en formación, cuando nacía siempre un
manantial de cantos que salían en tumulto; cuando la niebla me velaba el mundo y los brotes
prometían milagros; cuando cortaba las mil flores que llenaban todos los valles de riqueza. No tenía
nada y, sin embargo, nada me faltaba: el anhelo de verdad y el placer por la alucinación. Devuélveme
el empuje desatado, la profunda y dolorosa alegría, la fuerza del odio y el poder del amor,
¡devuélveme mi juventud!
PERSONAJE CÓMICO
Amigo, sólo necesitarías la juventud si los enemigos te acosaran en los combates; si adorables
muchachas se colgaran con fuerza de tu cuello; si a la cabeza de una carrera de velocidad, te llamara a
lo lejos la difícil meta; si, después del torbellino de la danza, pasaras la noche bebiendo. Pero hoy,
viejo señor, sólo tienes que interpretar con ánimo y gracia el conocido tañido de la lira y, vacilando en
dulce errar, avanzar hacia la meta que tú mismo te ha impuesto; pero no por eso te admiramos menos.
No es que, como se dice, la vejez nos haga niños, sino que no alcanza siendo aún auténticos niños.
DIRECTOR
Ya habéis intercambiado suficientes palabras; hacedme ver también los hechos de una vez. Mientras os
piropeáis se podría hacer algo de provecho. ¿Para qué hablar tanto de la inspiración? Esta no se le
presenta nunca al que vacila. Puesto que te las das de poeta, ponte al mando de la poesía. Ya sabes lo
que necesitamos: queremos bebida fuertes, ponlas a fermentar inmediatamente. Lo que hoy no ocurra,
no estará hecho mañana y no hay que dejar pasar ni un solo día. Cuando se toma la decisión de crear,
tiene que hacerse valientemente y, en lo posible, de inmediato; si no se la deja escapar, esta seguirá
haciendo efecto, porque así ha de ser.
Sabéis que en nuestros escenarios alemanes cada cual pone a prueba lo que desea. Por eso, en este día,
no escatiméis en decorados ni artilugios. Usad las luces del cielo la grande y la pequeña; podéis
derrochar las estrella; que no falte ni agua, ni fuego, ni paredes de roca, ni animales, ni plantas. Que
entre en la estrechez del escenario todo el círculo de la Creación y vaya, con moderada rapidez,
pasando por el mundo, del Cielo al Infierno. 

PRÓLOGO EN EL CIELO 
(EL SEÑOR. Las Huestes celestiales. Después MEFISTÓFELES: Se acercan los tres Arcángeles.) 

RAFAEL
El Sol templa, a la antigua usanza, el duelo de canto de las esferas hermanadas y culmina con un rayo
su prescrito viaje. Su luz da fuerza a los ángeles, aunque ninguno puede dar razón de él. Las nobles y
sublimes obras está tan espléndidas como el primer día.
GABRIEL
Y, con una velocidad inconcebible, la hermosa Tierra gira rápida sobre su eje e intercambia el
esplendor paradisíaco con la noche profunda y estremecedora. Grandes oleadas de mar rompen en
espuma al estrellarse en la honda base de las rocas, y estas y el mar son arrastrados por el rápido y
eterno curso de la esfera.
MIGUEL
Las tempestades rugen con el desafío del mar y la tierra, de la tierra y la mar, a su alrededor e,
iracundas, van tres zando una cadena del más poderoso influjo. Allí, una desolación ardiente hace
brillar la senda que precede trueno; pero tus mensajeros, Señor, admiran el apacible caminar de tu día.
LOS TRES A LA VEZ
Esta visión da fuerzas a los ángeles, porque nadie puede dar razón de Ti y todas tus nobles obras están
espléndidas como el primer día.
MEFISTÓFELES
Señor, ya que te acercas otra vez a preguntar cómo nos va todo por aquí, y ya que te agradó mirarme en
otros tiempos, estoy de nuevo entre tu servidumbre. Perdona que no pueda hablarte con palabras
elevadas, aunque de mí se mofe toda esta reunión; mi patetismo te haría reír, si no te hubieras
acostumbrado a dejar de hacerlo. No sé nada sobre el sol y los mundos, sólo veo cómo se atormenta el
hombre. El pequeño dios del mundo sigue igual que siempre, tan extraño como el primer día. Viviría un
poco mejor si no le hubieras dado el reflejo de la luz celestial, a la que él llama razón y que usa sólo para
ser más brutal que todos los animales. Lo comparo, con licencia de Vuestra Gracia, con esas cigarras
zancudas que vuelan continuamente, dando saltos, y, una vez que están sobre la hierba, cantan su vieja
canción. ¡Si al menos permaneciera en la hierba!, pero no, tiene que meter las narices donde no le
importa.
EL SEÑOR
¿No tienes nada más que decir?, ¿sólo vienes aquí a acusar? ¿Es que no hay sobre la tierra nada bueno?
MEFISTÓFELES
No, Señor; sinceramente me parece que allí todo va tan mal como siempre. Compadezco la vida de
calamidades que llevan los hombres. Ni siquiera me apetece atormentar a esos desdichados.
EL SEÑOR
¿Conoces a Fausto?
MEFISTÓFELES
¿El doctor?
EL SEÑOR
Mi servidor.
MEFISTÓFELES
Comentario [L6]: Espléndida 
imagen con la que Goethe se 
refiere a las luces del día y noche.
Comentario [L7]: La libertad 
que el director da al autor es la que 
Goethe se concede a mismo al 
elaborar Fausto. El drama rompe 
así sus límites, abandona el 
escenario y aborda el Gran Teatro 
del Mundo. Las estrictas unidades 
de tiempo y espacio se dejan atrás 
y comienza un «poema cósmico». 
Comentario [L8]: El pasaje 
imita Job, 1, 6-12, donde Dios 
recibe la visita de los ángel y habla 
de su siervo Job con Satán, que 
pide permiso para probarle. 
Comentario [L9]: Dios creador 
no ríe, porque la risa surge por la 
disonancia entre las expectativas y 
los hechos, y la mente de Dios es 
la lógica misma. 
Comentario [L10]: A partir de 
esta pregunta del Señor, es más 
semejante el texto al del pasaje 
bíblico citado (cf. nota 9): 
«preguntó Yahvé a Satanás: ¿Has 
reparado en mi siervo Job?, pues 
no hay ninguno como él en la 
tierra, varón perfecto y recto, 
temeroso de Dios y apartado del 
mal. Respondió Satanás Yahvé, y 
dijo: ¿Acaso teme Job a Dios 
desinteresadamente? ¿No le has 
rodeado por todas partes con tu 
protección, a él, su casa y todo 
cuanto tiene? Has bendecido la 
obra de sus manos y su hacienda 
se ha multiplicado sobre la tierra. 
Pero anda, extiende tu mano y 
toca cuanto es tuyo y verás cómo 
te maldice en la cara. Dijo 
entonces Yahvé a Satanás: He aquí 
que todo cuanto tiene está en tu 
mano; pero no extiendas tu mano 
contra su persona. Con esto se 
retiró Satanás de la presencia de 
Yahvé». 
Sí; y cierto es que os sirve de una manera muy peculiar. Ni la comida ni la bebida de ese insensato son
terrenales. Su inquietud lo inclina hacia lo inalcanzable, pero percibe su locura sólo a medias. Le exige al
Cielo las más hermosas estrellas y a la Tierra los goces más elevados y, sin embargo, nada cercano ni
lejano sacia su pecho profundamente agitado.
EL SEÑOR
Aunque ahora me sirve en la confusión, pronto lo llevaré a la claridad. El jardinero sabe, cuando el
arbolito echa renuevos, que le crecerán ramas y le saldrán frutas.
MEFISTÓFELES
¿Qué apostáis? Todavía habéis de perder si me permitís llevarlo a mi terreno.
EL SEÑOR
Mientras él viva sobre la tierra, no te será prohibido intentarlo. Siempre que tenga deseos y aspiraciones,
el hombre puede equivocarse.
MEFISTÓFELES
Te lo agradezco, pues con los muertos nunca me he entendido muy bien. Prefiero unas mejillas frescas y
gordezuelas. Con un cadáver no me encuentro nunca a gusto: me pasa lo que al gato con el ratón.
EL SEÑOR
Bien, lo dejo a tu disposición. Aparta a esa alma de su fuente originaria y, si puedes aferrarla por tu
camino, llévala abajo, junto a ti. Pero te avergonzará reconocer que un hombre bueno, incluso
extraviado en la oscuridad, es consciente del buen camino.
MEFISTÓFELES
¡Muy bien!, no tardaremos mucho tiempo. No me da miedo la apuesta. Permíteme, si logro mi
objetivo, sentirme henchido por mi triunfo. Para mi regogijo, él tendrá que morder el polvo, como mi
tía, la famosa serpiente.
EL SEÑOR
Podrás actuar con toda libertad. Nunca he odiado a tus semejantes. De todos los espíritus que niegan,
el pícaro es el que menos me desagrada. El hombre es demasiado propenso a adormecerse; se entrega
pronto a un descanso sin estorbos; por eso es bueno darle un compañero que lo estimule, lo active y
desempeñe el papel de su demonio. Pero vosotros, auténticos hijos de Dios, disfrutad de la viviente y
rica belleza. Que lo cambiante, lo que siempre actúa y está vivo, os encierre en los suaves confines del
amor, y fijad en ideas eternas lo que flota en oscilantes apariencias.
(El Cielo se cierra y los Arcángeles se dispersan.) 
MEFISTÓFELES
De vez en cuando me gusta ver al Viejo y me guardo de indisponerme y romper con Él. Es muy
generoso que un señor tan grande tenga la bondad de hablar incluso con el diablo.
**
LA TRAGEDIA 
PRIMERA PARTE 
DE NOCHE 
(En una habitación gótica, estrecha y de altas bóvedas, FAUSTO está sentado en un sillón ante su 
pupitre.) 

FAUSTO (Solo.)
¡Cuánto tarda en disiparse la esperanza en la cabeza de quien se aferra a bagatelas y, escarbando
curiosamente en busca de tesoros, se siente feliz si encuentra lombrices. ¿Cómo es posible que en este
lugar, donde me rodea una multitud de espíritus, se haya atrevido a dejarse oír la voz de semejante
hombre? Pero, ay, por esta vez debo agradecerle al más mísero de los hijos de la tierra el haberme
arrancado de la desesperación que amenazaba con destrozarme los sentidos. La aparición fue tan
colosal que no pude menos que sentirme como un enano.
Yo, imagen de Dios, que creía hallarme muy cerca de la verdad eterna, me había despojado de mi ser
terreno y gozaba de mí mismo en el fulgor y la claridad celestiales; yo, creyéndome superior a un
querubín, derramaba la fuerza libre por las venas de la naturaleza y me atrevía, lleno de esperanza, a
disfrutar de una vida de dioses, creando. ¡Cómo habría de pagarlo! ¡Un trueno me ha aniquilado!
No debo pretender asemejarme a Ti. Aunque tuve fuerzas para atraerte, me faltan para retenerte. En
aquel instante de gran ventura, me sentí al mismo tiempo tan grande y tan pequeño: tú me has lanzado
con un empujón cruel al destino inseguro de los hombres. ¿Quién me enseñará ahora?, ¿qué debo
evitar?, ¿debo obedecer a aquel impulso? Tanto nuestros actos como nuestras pasiones estorban el fluir
de nuestra vida.
A lo mejor que el alma ha acogido se añade más y más materia extraña. Cuando alcanzamos lo bueno
de este mundo, le damos el nombre de locura y engaño. Los magníficos sentimientos que nos llenaron
de vida, se quedaron anquilosados en el caos del mundo. Si con audaz vuelo la fantasía se lanza,
esperanzada, ampliando el espacio hacia el infinito, le basta luego un pequeño recodo si, pasada la
fortuna, fracasa en el torbellino del tiempo. La preocupación anida de inmediato en las profundidades
del corazón; allí da pábulo a secretos dolores, se mece, inquieta, y perturba el plan y la calma; se cubre
constantemente con máscaras nuevas: puede aparecer como casa y corte, corno mujer y niño, como
fuego y agua, daga y veneno; pero, sobre todo, te estremece lo que no te afecta y siempre lloras lo que
nunca pierdes.
¡No soy como los dioses!, bien lo noto. Soy como un gusano que escarba el polvo y al que,
nutriéndose de polvo, aplasta y sepulta la pisada del caminante.
¿No es polvo lo que en esa alta pared de cien balda me sofoca? ¿No hay polvo en los mil cachivaches
que me abruman y me confinan en este mundo de polillas? ¿Habré de leer, quizá, en miles de libros,
que por todas partes los hombres se torturan y que aquí y allá hubo uno feliz? ¿De qué te ríes
sardónicamente, hueca calavera? ¿Se extravió tu seso como el mío? ¿Buscó el día claro y, ansiando la
verdad, se perdió lamentablemente en el crepúsculo? Instrumentos, ya sé que me hacéis burla con
vuestras ruedas, dientes, cilindros y planchas: yo estaba junto a la puerta y tendríais que haberme
servido de llave pero a pesar de que vuestras barbas están rizadas, no abrís el cerrojo. Misteriosa en
pleno día, la naturaleza no se deja quitar el velo, y lo que ella no muestra a tu espíritu no lo puedes
forzar tú con palancas y tornillos. Tú, viejo trasto que no he usado, sólo estás aquí porque mi padre te
utilizó. Tú, viejo pergamino, te has ennegrecido con el humo de la lámpara que está sobre el pupitre.
¡Mas me hubiera valido disipar mis pocos haberes, que vivir agobiado con ellos! Lo que se hereda de
los padres, has de ganarlo para llegar a hacerlo tuyo. Lo que no se utiliza se convierte en pesada carga;
sólo lo que el instante crea puede ser usado por este.

Pero, ¿por qué se fija mi vista en aquel punto? ¿Es ese frasquito un imán para los ojos? ¿Por qué, de
pronto, todo se vuelve dulce claridad para mí, como si en el bosque de la noche me iluminara el fulgor
de la luna?
Te saludo, redoma singular, que ahora, con respeto cojo de tu estante. En ti venero el ingenio y la
habilidad del hombre. Tú, síntesis de todos los propicios jugos que adormecen, tú, extracto de sutil
fuerza mortal, ¡concédele tus favores a tu dueño! Te miro y el dolor queda paliado; te tomo y se
moderan mis ansias, la marea del alma va bajando más y más. Soy transportado hacia alta mar, el
espejo del agua brilla a mis pies: un nuevo día llama a orillas nuevas.
Un carro de fuego vuela en leve vaivén y se me acerca. Estoy dispuesto a cruzar por nuevas sendas y
llegar a nuevas esferas de actividad pura. ¿Vas a merecer tú, que aún eres un gusano, esta alta vida,
este placer de dioses? ¡Sí, sólo consiste en volverle decidido la espalda al dulce sol de esta tierra!
Prepárate a forzar las puertas ante las que todos quieren pasar de largo. Ya es hora de demostrar
mediante hechos que la dignidad del hombre no cede ante la grandeza de los dioses; que no siente
temor cuando se encuentra ante esa oscura sima en la que la fantasía se condena a su propio tormento;
que no elude adentrarse por ese estrecho pasaje, alrededor de cuya abertura arde en llamas el infierno
entero; que puede, resuelto, decidirse a dar ese paso, aun a riesgo de convertirse en nada.
Baja pues, recipiente límpido, recipiente de cristal. Sal de tu viejo estuche, en el que no he pensado
durante muchos años. En las fiestas paternas relucías y alegrabas a los graves invitados cuando
pasabas de mano en mano. Era obligación del que bebía explicar el rico lujo y arte de tus relieves y
vaciarte de un trago. Esto me recuerda a muchas noches de mi juventud. En esta ocasión no tengo que
pasarte a mi vecino, ni he de mostrar mi ingenio al ver tus adornos; aquí hay un jugo que produce una
rápida embriaguez y que, con oscuro fluir, colmará mi vaciedad. Sea este el último trago que prepare y
elija. Lo dedico, con toda mi alma, como saludo festivo y solemne, a la mañana. (Se lleva el recipiente
a la boca.)
(Repique de campanas y cánticos de coros.)
**
Imagen: 
Grabado que muestra a Fausto y Mefistófeles realizando el pacto. Biblioteca Nacional, Madrid.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char