domingo, 13 de abril de 2014

Para vino, un dólar. Para un aforismo se requieren dos

Tomas Venclova

(Lituania, 1937)

La baigneuse* 

Quién sabe si fue vida o no fue vida,
pero me ilumina en la estrecha orilla
un reflejo bruñido de agua hendida,
una barca, un romo arado, labra el canal
y yace la ciudad, desde los puentes
hasta las techumbres goteantes
como un fruto partido en dos

sobre el cristal fangoso. Frescas encrespaduras
(mejor diría silencio) baten con terquedad
la orilla. Una ola arrolla un anónimo jirón
de laguna. Celestes telas cortan sesgadamente
ladrillos mohecidos. Oscurece el color,
y está Guardi en la retina, espetado por el viento.

Calli, campi, campielli. Una piedra atezada,
en las arcadas, un húmedo carácter lagunar,
cielos de rancios siglos. Una Clío cegada
no percibió estos muros, ajados por los limos,
agua alta y gravedad terrestre. Los cimientos
se hunden sin apremio en el quieto elemento

y la ciudad vadea el espacio. Sube hasta las calles
de fachadas de mármol, con vahos de podredumbre
y malolientes légamos, una cálida espuma de mar,
y en lo alto, donde apenas alcanza la mirada,
un león blanco con el más sabio de los libros,
henchido de compasión por los muertos y los vivos,

mas la revelación le es confiada a él, y no a nosotros,
aquélla a la que obedece la duración del tiempo
y de todas las formas, del ángel al trilobites,
y la concha incrustada y ahusada en el frontón,
y la isla, donde la hierba recubrió los huesos
en espera de la mañana sin alba del Señor.

El siroco raspa los resquicios de los muros. Oculta
el rostro tras una máscara (un rostro que no es), arroja
la acritud oscura de la cúpula y el cobre de las veletas.
Nada la ciudad en el fondo primigenio, donde reina
una fauna acuórea y viscosa:
rayas, platijas, ascidiáceos, frutti di mare.

Una copa de vino, al anochecer, en la taberna.
Más allá de la plaza, el monocromo e inclemente
abismo, que resiste en las tinieblas de los párpados,
arca nupcial, templo anguloso; las campanadas
sobrecogen la cúpula, y la mano asida a otra mano,
tensa, es capaz de aniquilar al dolor y al tiempo.

* Se refiere a la ciudad de Venecia (nota del autor). 
***
Hommage to Shqipëria [1]

Aprecia ese cielo desplomadizo del anfiteatro.
El semicírculo rocoso y los rayos como pausas
en el monólogo. La escena poco menos que ideal.
Nos hace señas el parásito de la más celebrada
comedia de Plauto. Una vez estuvo aquí Epidamnos,
en este pobre país, tan realista ahora.

Lo que queda: papel de estraza en la palma de la mano
con el perfil de un monte y dos palabras: pesë lekë [2]
y una locomotora negra que existe sólo, al parecer,
en los billetes de banco. Luego ventanas huecas y podridas,
paja en las pestañas del camino y la sombra de un búnquer
junto a la giba parda y deslucida de un asno.

En la hondonada donde flamea el Flegetonte
rompen el espejo lampiños oteros armados.
Europa, digámoslo así, es un sistema solar
(oscilaciones de planetas, eco de conjunción de esferas)
y este país, aun siendo ardiente, resulta ser Plutón,
refugiado en la brecha y el silencio.

Se está bien aquí, donde yo no estoy. Me aferro una vez más
a esta sentencia. Los granados no han madurado
y se han malogrado las milgranas. He sobrevivido
a tres dictadores y a otros tres vi a prudente distancia
en el exilio. Pero el que medra aquí es digno
de seis o siete como él. Parece haber dado portazos

acá y acullá. Crujen los cristales bajo los pies.
Las huellas de metralla son como iris pútridos
en calaveras de marcianos. La malla del refugio
se clava en la caliza para que las generaciones del futuro
recuerden que esto nunca será paraíso o purgatorio,
ni aire, ni agua, pero sí, al menos, será fuego.

A la hora del ocaso, al olfato remilgado llegarán
indolentes efluvios de basura, heces, rakia [3] y ratas.

La constelación crepita bajo un hilo de ceniza.
¡Cómo susurran las muertas y blancuzcas hojas del acanto!
¡Cómo atrae el vacío! Pide prestado el peso
de los cuerpos y madura quedamente en el espacio.

Sobre el árido mármol se pudren cáscaras de fruta
y se dibuja el perfil del viejo cómico
en el humo del tabaco. Escucho en sueños:
“Donde hubo rebalse es donde insiste el panta rhei:
y nadie sabe, ni siquiera Dios, lo que conviene.
Para vino, un dólar. Para un aforismo se requieren dos”.

[1] Composición dedicada a Albania, el más pobre y aislado de los estados poscomunistas. La ciudad de Durrës (Epidamnos), que conserva los restos de un anfiteatro romano, es el lugar donde se desarrolla la acción de la comediaMenaechmi (‘Los gemelos’) de Plauto. Uno de sus protagonistas, llamado Peniculus (en la traducción lituana, Šepetis), aparece en la primera estrofa del poema, y en la última se parafrasea a Heráclito y Sócrates (nota del autor)
[2] En albanés, ‘cinco leks’. El lek es la unidad monetaria de Albania (nota de los traductores)
[3] Aguardiente característico de los Balcanes (nota de los traductores).


Traducción del lituano de Pietro U. Dini y Albert Lázaro-Tinaut
Tomados de impedimentatransit.blogspot.com.ar

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No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char