KAY RYAN
California, EE.UU., 1945)
"Nunca quise ser poeta. Venía de gente contenida que no creían en exponerse públicamente. La investigación privada de temas del corazón me resultaba algo repugnante."
**
El otro zapato
Oh si sólo fuera
el otro zapato
colgando en el espacio
antes de juntarse
con su pareja.
***
La paciencia
La paciencia es
más amplia que se
imaginaba antes,
con cintas
de ríos
y campiñas
lejanas y
tareas emprendidas
y terminadas
con placer
modesto por
nativos con su
ropa nativa.
Quién se hubiera
imaginado
posible
que la espera
es sostenible—
un lugar con
sus propias cosechas.
O que en
la plenitud del tiempo
los diamantes
de la paciencia
no se podían
distinguir
de los auténticos
en brillantez
o dureza.
Traducido del inglés por Andrés Alfaro
**
Qué es más delicioso
que un silencio palpable,
un látex cremoso de silencio,
que se mezcle con una larga vara. Ese
silencio es particularmente espeso
en el fondo, una crema muy suave, como
una pintura de calidad que se vende por galón.
Éste es un silencio base
que sólo adquiere color
con, digamos, un ligero toque de
verde, como cuando un ave canta
con indolencia acerca de los árboles
que ha conocido. Es un silencio
limpio, que no nos divide,
es viscoso como los sueños,
pero como en los sueños buenos,
donde las cosas dulces perduran
más allá de la credibilidad.
Incluso en el sueño sabemos
que esto es un lujo.
Traducción de Argentina Rodríguez
***
Las cosas no deberían ser tan duras
Una vida debería dejar
profundas huellas:
surcos en el sitio
en que ella salía y volvía
para buscar el correo
o mover la manguera
en el jardín;
donde solía
pararse ante el fregadero,
un lugar desgastado;
bajo su mano,
los tiradores de porcelana
frotados hasta convertirse
en pastillas blancas;
el interruptor que solía
buscar tanteando
a oscuras
casi borrado.
Sus cosas tendrían
que conservar sus marcas.
El paso de una vida
debería verse;
mostrar su erosión.
Y cuando la vida se interrumpe,
un cierto espacio
-por pequeño que sea-
tendría que exhibir las cicatrices
de ese tránsito
grandioso y dañino.
Las cosas no tendrían
que ser tan duras.
Traducción: Mirta Rosenberg
De El paisaje interior, Buenos Aires, Bajo la luna, 2012.
**
“Quién querría ser una tortuga si pudiera remediarlo”
(De Líneas conectadas, Sarabande, 2006).
Algo entre indiferencia y conciencia
Imaginó que salió del agua
la mucha piel de una cara floja
disfrutó salir del líquido y entrar al gas
Era conveniente
aunque su conciencia estaba fuera del orden motor
Ella misma no era la corriente que obedecía.
Se parecía más bien al movimiento.
De volar en tres dimensiones a arrastrarse en dos.
Esa clase de transición... (disuelta entre muchas otras)
Nacer en el "vacío" y con una gravedad estricta,
con ejércitos de mordidas esperando en el cielo
no fue una razón para no regresar.
Era un lugar del Universo necesario.
Ese riesgo era empuje de vida.
Continuidad. Eco del suceso.
Nunca en toda su porción de infinito
notó a sus ojos siendo otra cosa en el pasado
no recordó lo imposible
se devolvió del aire al mar.
Decorándose para la estrella.
Pareciendo piedra matemática.
Presumiendo orden en su creación
se llenaba de intención y cantaba con formas.
hasta que se hundía en el denso reflejo del cielo
¡Se hundía en el reflejo de una ilusión!
Es un alarde de la estrella y el fluir.
Ahí su música se escuchaba sola.
Traducción de Argentina Rodríguez
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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