NIKOLAY ZABOLOTSKY
(Rusia, 1903 - 1958)
Sobre la belleza de los rostros
Hay rostros que parecen suntuosos portales,
Y hasta sus más mínimos detalles parecen grandiosos.
Hay rostros que parecen chozas miserables
Donde cuecen hígado y echan a remojar el librillo.
Otros son fríos y muertos
Cercados por rejas como si fueran cárceles.
Y también hay rostros que parecen torres
Donde hace tiempo que no vive nadie y nunca nadie
se asoma a la ventana.
Pero una vez conocí una pequeña choza
Pobre y humilde
De cuya ventana salía a mi encuentro
El hálito de un día de primavera.
No cabe duda que el mundo es grande y maravilloso.
Hay caras que parecen himnos de triunfo.
De esas notas que brillan como soles
Es de donde surge la música de las esferas.
1955
Versión de Nicanor Parra
**
Preguntas al mar
Quiero preguntarle al mar
para qué hierve.
Y escondido entre sus olas
para qué se mece el manojo de hierba.
Tanta agua perturba mi espíritu,
prefiero que crezcan los jardines
allí donde los mares aúllan.
Prefiero que haya casas,
plantas necesarias,
animales cornudos corriendo
para la diversión de los campesinos.
Es mejor extraer mineral
allí donde el mar es plano.
Hacer trineos, construir torres,
molestar al lobo con la bala,
sembrar hierbas medicinales,
moler maíz, y como un experimento
regalar a la virgen cintas rosadas.
En ronda saltar,
al anochecer lanzar el barrilete
y anotar en el librito
las impresiones diurnas.
**
El semblante del caballo
Los animales no duermen. Erguidos en la oscuridad nocturna
como una pared de piedra ante el mundo.
La cabeza inclinada de la vaca
hurga en el pajar con sus cuernos lisos,
aprieta su frente pedregosa,
sus seculares pómulos se separan
y sus ojos tartamudos
giran con dificultad.
El semblante del caballo es más hermoso e inteligente.
Él escucha lo que dicen las piedras y las hojas.
¡Atento! Conoce el grito de las bestias
y el gorjeo del ruiseñor en el vetusto bosque.
Y conociéndolo todo, ¿a quién le confiará
sus maravillosas visiones?
La noche es profunda. Sobre el oscuro horizonte
asciende la unión de las estrellas.
El caballo está quieto como un caballero en la torre,
el viento juega en su pelaje fino,
sus ojos arden como dos enormes mundos
y su melena se despliega como la capa del zar.
Si un hombre viera
el mágico semblante del caballo,
se arrancaría su lengua impotente
y se la daría al caballo.
¡El caballo debería tener una lengua mágica!
Así oiríamos sus palabras.
Palabras que penetran como llamas,
que entran en el alma como el fuego en la choza
y su pobre decorado se ilumina.
Palabras que no mueren,
sobre las que hacemos canciones.
Pero el establo quedó vacío,
los árboles también se fueron.
El ávido amanecer envolvió los montes,
abrió los campos al trabajo.
El caballo en su cárcel de pértigo
arrastra una carreta
y mira con ojos obedientes
el misterioso e inmóvil mundo.
Traducciones del ruso de Natalia Litvinova, tomadas de su blog.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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