domingo, 26 de julio de 2015

Me hastían incluso las cosas que no tuve

MÁRIO DE SÁ-CARNEIRO 

((Lisboa, Portugal, 1890-París, Francia, 1916)


Yo no soy ni yo ni el otro,
soy tan sólo algo intermedio:
                  pilar del puente del tedio
                  que va desde mí hasta el Otro.

***
EPÍGRAFE

La sala del castillo: desierta y con espejos.

Tengo miedo de Mí. ¿Quién soy? ¿De dónde vine?
Aquí, todo ya fue... En sombra estilizada,
Murió el color -y aun el aire está en ruinas...
Viene de Otro tiempo la luz que me ilumina-
Un son opaco me diluye en Rey...
***
Estatua falsa

Sólo de oro falso mis ojos se doran:
Soy esfinge sin misterio en el poniente.
La tristeza de las cosas que no fueron
En mi alma descendió veladamente.
En mi dolor se parten espadas de ansia,
Retoños de luz en la oscuridad se mezclan.
Las sombras que yo dimano no perduran,
Como Ayer, para mí, Hoy es distancia.
Ya no estremezco la cara del secreto;
Nada me disuade ya, nada me aterra:
¡La vida corre sobre mí en guerra,
Y ni siquiera un escalofrío de miedo!
Soy estrella ebria que perdió los cielos,
Sirena loca que dejó el mar;
Soy templo presto a caer sin dios,
Estatua falsa aún erguida al aire...
**
ULTRA-TEDIO

Nada me expira ya, nada me vive –
ni la tristeza ni los bellos momentos.
Por no tenerlas y por nunca poder poseerlas,
me hastían incluso las cosas que no tuve.

Cómo quisiera, por fin con el alma olvidada,
dormir en paz en una cama de hospital…
Cansé dentro de mí, cansé la vida
de tanto pasearla por la luz irreal.

Otrora imaginé escalar los cielos
a fuerza de ambición y de nostalgia,
y enfermo-de-Joven-Dios, me fui
tras el gran rastro dorado que me ardía.

Partí. Mas pronto regresé al dolor,
pues todo se me desmoronó… Todo era igual:
la quimera, ceñida, era real,
¡la propia maravilla tenía color!

Retumbándome en silencio, la noche oscura
me lanzó así a la caída sin remedio;
yo mismo me tragué en la profundidad,
me sequé por completo, me endurecí de tedio.

Y sólo me queda hoy una alegría:
que, de tan iguales y vacíos,
los momentos se esfuman día a día
cada vez más veloces, más escurridizos…

(Traducciones de Rodolfo Alonso)
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char