Elena Anníbali
(Oncativo, Córdoba, Argentina, 1978)
II
plantamos un árbol en la casa de la niebla
se doraban al sol los girasoles
moría otro día
otra noche
el árbol creció, arraigó
en la penumbra
modelaba con hueso su estatura
cada pájaro que probó los frutos
caía en somnoliencia
en ausencia de vida
en la radical ceguera de los muertos
***
V
no, mi casa no se derrumbó
no temblaron los vidrios
ni la araña cayó de la amapola del infierno
todo vino, empezó adentro:
nos tragaba un ojo
éramos o somos
el pan corruptible
por cada hueso hubo una boca
un diente
un hambre distinto
feroz, el ojo eligió
al imprescindible
al Dulce
al que sigue cantando
somos tan tristes sin él
a veces no hay de qué hablar, ¿sabe?
no hay fuerza para decir las cosas de la vida
pero llega la lluvia, a veces,
que es mansa y hace música en las canaletas
llega la lluvia por el este para ungir la herida
para hacer grandes las flores de carne
de ángel se pone el patio
detrás del ligustro, el Dulce renace
me dice: poné, hermanita, tu mano
en mi corazón
hace el mismo ruido que los caballos
¿viste?
¿no es un milagro?
***
VI
muchas veces fuimos pobres
no había dinero para ropa o música, pero
el taladro magnífico de dios
caía contra la mañana
las palomas se desbandaban
como si vieran
la comadreja o el halcón
un pedazo de mí entraba en la amargura
como en el pozo del molino
donde la serpiente infectaba
el agua de beber
yo tenía pocos años y ya era
rigurosamente anciana
sabía que el altísimo podía aplastarme la cabeza
enfermar nuestras ovejas
quitarnos el verano, la poca dicha
pero igual miraba siempre para arriba
y bajito decía
que sí, señor, venga a mí la destrucción
lo que deba venir
soy tu surco, señor,
soy tu surco
La casa de la niebla, Ediciones del Dock, 2015
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
2 comentarios:
Muy buenos!
Muy buenos!!
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