lunes, 14 de marzo de 2016

Los lascivos filósofos te han pellizcado

Edward Estlin Cummings

(EE.UU., 1894–1962) 

AMORES

IV

considera Oh
mujer este
cuerpo mío.
pues ha

yacido
con brazos vacíos
sobre las vertiginosas colinas
para soñar contigo,

aprueba estos
energéticos insatisfechos
ojos
que han contemplado

el mudo carnaval de la noche
el adorno
de la oscuridad
con meteoros

que brotan de unas juguetonas
manos inmortales
el repentino brillo
de las flotantes estrellas

(en tiempos venideros
recordarás de esta noche asombrosos
éxtasis   lentamente
en el colmado
corazón fugaces
recuerdos
terribles como flores
se

alzarán,lentamente
volverán a los
                       rojos labios elegidos
desnudas visiones)
**
V

Oh dulce espontánea
tierra cuántas veces
los
ajados

dedos de
los lascivos filósofos te han pellizcado
y
hurgado

en ti
¿cuántas veces el pulgar
de la ciencia ha manoseado
tu

belleza   cuántas
veces las religiones te han puesto
sobre tus huesudas rodillas
y te han estrujado y

azotado para que concibieses
dioses
(pero
fiel

al incomparable
lecho de la muerte tu
rítmico
amante

le respondiste

tan sólo con

la primavera)
**
SONETOS-ACTUALIDADES

VIII

supongamos
que la Vida es un viejo que lleva flores en la cabeza.

la joven muerte está sentada en un café
sonriendo, con una mochila entre
el pulgar y el índice.

(le digo "comprará flores"
y "la Muerte es joven
la vida lleva pantalones de terciopelo
la vida se tambalea,la vida tiene barba" te

digo a ti que estás en silencio. -"¿Ves
la Vida?" está aquí y allí,
es eso,o esto
o nada o un viejo 3 tercios
dormido,con flores
en la cabeza,gritando siempre
a nadie algo sobre les
roses les bluets
                          sí,
                                ¿comprará?
Les belles bottes -oh escuche
,pas chères")

y mi amor respondió lentamente creo que sí.   Pero
creo que veo a alguien más

es una señora llamada Después
está sentada junto a la joven muerte, es delgada;
le gustan las flores.

Traducción de José Casas

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char