Tomada de |
Primero
Yo he vivido cerca de otras personas
y me he guardado en la memoria
recuerdos que no me pertenecen.
Felisberto Hernández
la sequía. Isabel
Dice que su hermana se enfurece
si escucha que a alguien
le gusta el campo.
¡Le gusta el campo, que se joda!
Que se joda como ese año las vacas
mugiendo de hambre toda la noche
como la gallina degollada
antes de tiempo, como nosotras
como papá, Angel y yo
usando palos de palanca
para levantar los animales
que se joda como esos palos
como los brazos
doloridos, como la lengua seca
de las vacas y el pasto muerto
como las mulas llevando el agua
y esos años de trabajo perdidos.
Dice que entiende
el enojo de su hermana,
pero que ella era muy chica.
Le queda, sí, el silencio
de la casa sin adultos, el golpe
oscuro del propio corazón
y una queja tan aguda, tan grave
que no podía ser de una garganta.
Se quejaba la noche, todo
se moría de sed.
***
Justicia. Aidé y Jéssica
2011, en una habitación
en el barrio de Corona, una niña
y todos sus peluches
acusan al muñeco de la hermana.
¡Whisper le robó el ojo Gabriella!
La hermana mayor busca
arrodillada debajo de la estufa,
también en el rincón de las arañas.
Les va a demostrar que Whisper,
su alce de trapo, no es culpable
y no quiere
que llore más esa chiquita.
Pero el ojo no aparece.
Después de tanto rato de buscar
hasta ella misma duda.
Tiene miedo, todos
en la habitación piden justicia.
¡Él nunca la quiso!, dicen.
Justo a tiempo
encuentra el ojo en un zapato.
Vuelve la paz
entre hermanas y muñecos.
Años más tarde, las dos
cuentan el hecho y la mayor
ahora sonríe:
el ojo lo cosieron
pero Gabriella mientras fue tuerta
fue bonita.
***
la ruta. Eduardo
En su casa habla portugués, en la calle
y el trabajo una lengua
seguro más lejana. Será por eso
que siendo tan distintos
hace horas conversamos.
La infancia de mi primo en un hotel de ruta
el mismo escenario que la mía.
A veces le cuesta encontrar una palabra
y empieza una oración que completo
con gente, objetos, materiales.
Me cuenta que estuvo ahí
hace unos meses:
cuando vi el piso de laja
sentí que podía arrodillarme
y pasar el día como entonces.
Cargar un camioncito, hacerlo rodar
sobre las piedras desiguales
despacio, que nada se cayera.
Me lo imagino ahí agachado
un hombre grande, imitando con su juego
el andar de los camiones
en la realidad vecina de la ruta.
También hay algo de eso en esta tarde:
los dos ocupados
con la carga de recuerdos, hablando rápido,
cada vez con menos eses,
usando interjecciones comunes más al sur.
***
el vestido. Isabel
A esta rama, cree
no llegó ningún hermano, no saben
que desde acá se alcanza a ver
la huerta del vecino, el lomo
de las vacas, un perro
que tira de una cuerda, le gruñe
a un fantasma.
Desde acá los tomates maduros
son puntitos salpicados
debajo de las hojas.
Mientras observa, piensa
qué van a decir cuando les cuente,
o mejor sería que la vean.
Puede ir más alto. Pero se estira
y siente el tirón. Había olvidado
que hoy tenía vestido
nuevo, feo, igual a todos
de ese algodón
que elige el padre en el pueblo
cuando compra
los tornillos y el azúcar.
Llora y mira la piel
entre las dos partes de tela.
Las junta con las manos
como si fueran a pegarse.
Esta vez, no va a bajar
rompió el vestido el primer día.
1 comentario:
me conmueve leer a Claudia,es todo.
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