(Argentina, 1935-1991)
Dame la libertad,
abre las puertas de mi jaula,
dame ser aire, espacio:
extraño el mar, tengo sed de su mirada,
tan alto es mi deseo
que como un techo él desciende sobre esta cárcel.
He arrojado la máscara sin saber que ella era el mundo
Y que detrás del mundo, en derredor,
otro mundo de sombra se aprestaba a atacar,
que galeotes seremos de oscuras libertades.
No hay esperanza, ya lo sé: dame entonces el engaño
de ver estas cadenas como apretadas ramas
en la paz de tu selva.
Concédeme el error, la locura, el sueño
de que soy un estambre adormecido
sobre tu piedra, al sol.
NO es fácil encontrar lo que se te parece:
hay que salir, hay que alejarse de los caminos
y llegar a la tierra; hay que buscar entre las hojas
y la arena, treparse con fervor a los abedules;
cuando el humo se aleja de las casas
y nadie grita ni lejos ni cerca
y nadie tiene sed, sino que el mundo
está en reposo y cada uno
sabe lo que le espera
en la soledad de su cuarto.
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