sábado, 26 de noviembre de 2016

Las monedas tienen una mujer de un lado y un búfalo del otro

William Faulkner 
(New Albany, Mississippi, EE.UU., 1897-Oxford, id., 1962)


Mientras yo agonizo
(Fragmentos)

Recordaba que mi padre solía decir que la razón para vivir era prepararse para estar muerto durante mucho tiempo. Y cuanto tenía que verlos día tras día, cada cual con sus pensamientos egoístas y secretos, cada cual con su sangre distinta a la de los demás y a la mía, y pensaba que al parecer era mi único modo de prepararme para estar muerta, odiaba a mi padre por haberme engendrado. Solía estar deseando que cometieran alguna falta, para así poder zurrarles. Cuando la vara caía, podía sentirla en mi propia carne; cuando les levantaba cardenales y verdugones, era mi sangre la que corría, y a cada golpe de vara pensaba: ¡Ahora vais a saber quién soy! Ahora soy alguien en vuestras vidas secretas y egoístas, soy quien ha marcado para siempre vuestra sangre con la mía.
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Uno se sentó a su lado y el otro se sentó enfrente de él de espaldas al viaje. Uno tenía que viajar de espaldas porque el dinero del estado tenía una cara para cada reverso y un reverso para cada cara y ellos viajan con el dinero del estado lo cual es incesto. Las monedas tienen una mujer de un lado y un búfalo del otro; dos caras y ninguna espalda.
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Sobre la superficie incesante se alzan — árboles, cañas, enredaderas — sin raíces, cercenadas de la tierra, espectrales sobre una escena de desolación inmensa pero circunscrita llena de la voz del agua yerma y doliente.
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...y como el sueño es no — es y la lluvia y el viento son era, eso no es. Pero la carreta es, porque cuando la carreta sea era, Addie Bundren no será. Y Jewel es, así que Addie Bundren tiene que ser. Y entonces yo tengo que ser, si no no podría vaciarme para dormir en una habitación extraña. Y entonces si todavía no me he vaciado es que soy es.
***
Y ahora me lo hacen pagar, a mí que no tengo ni un diente en la boca y esperaba levantar cabeza lo suficiente para que me arreglaran la boca y poder comer como Dios manda, y era una mujer sana y fuerte como la que más hasta aquel día. Las voy a pagar todas juntas por necesitar esos tres dólares. Las tengo que pagar porque los chicos se tengan que ir a ganar por ahí fuera. Y ahora puedo ver igual que si lo adivinara la lluvia espesa entre nosotros, apareciendo por ese camino como un hombre endemoniado, como si no hubiera otra casa en todas estas tierras encima de la que llover.
(del primer monólogo de Anse).

As I Lay Dying (1930).
Traducción: Mariano Antolín Rato.
Ediciones Cátedra, 1997, Madrid.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char