Nicole Sealy
(Crown Heights, New York, EE.UU., s/d)
Una violencia
Oís los alaridos de los gatos callejeros
peleando por las sobras lanzadas desde una ventana.
Suenan como niños que podrías haber tenido.
Si hubieras querido niños. Si tuvieras instinto maternal
te lo arrancarías de la panza para arrojarlo
desde las escaleras de incendios. Como si fuera la tenaz esquirla
ahora alojada en tu muñeca. No, lo ocultarías.
Sí, lo ocultarías en una mamushka estéril
que tenés desde chica. Su sonrisa
te recuerda a tu padre, que no sonríe.
Ni cree que seas suya. "Sos idéntica
a tu madre", dice, "que es idéntica a un fuego
de origen sospechoso". Un cuerpo, leí, puede aguantar
su quemazón enfermiza, su propio infierno, durante horas.
Es la mente. Es la mente que no puede.
Versión de Laura Wittner
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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