jueves, 2 de febrero de 2012

Esto no es un campamento en Dresden

Un poema de PAULA PEYSERÉ
(Buenos Aires, Argentina, 1981)

No cantamos con un cancionero hecho pelota

No cantamos con un cancionero hecho pelota, no queremos
las radios por la mitad.
Esto será una guerra pero
no veo los hongos de las explosiones.
No podemos cantar con un cancionero arrugado y roto, sí
improvisamos a medias
cuando no nos sabemos las partes.
Esto no es un campamento en Dresden,
ni es Heidelberg, ni La Candona.
Tomamos café y mate a toda hora,
sólo los quejidos y algunos olores
-que no identificamos como tales-
son similares a los de una batalla.


La autopista pasa arriba
del Parque Chacabuco.
Una chica va imaginando sobre el 86
a dos moribundos tomados de la mano
en la zanja de un tren checo ¿cómo puede ser?
Ahí abajo, los niños juegan a la pelota
contra una casilla de chapa. La estación Villa Luro,
el departamento que desde su living  abre
las ventanas al tráfico de camión.
Carteles les indican que está Prohibido
estacionar o detenerse, franjas blancas
hacen relámpago el asfalto. Postes de banquinas
boca afuera, la avenida
Curapalihue flota 3 metros sobre la ciudad.

No cantamos con un cancionero hecho pelota,
para éso preferimos tararear
muchas veces seguidas la única parte que sabemos,
repetir
hasta inventar una estrofa que nos haga sentir bien.
Estamos en las tres cuartas partes de 2007,
duro con este que tampoco creció alelíes
ni césped suave en los corazones...
6 se mudaron, 2
se salvan de sobredosis y todas
pero todas nos negamos a cantar
con un cancionero hecho pelota.
Golpeamos las tablitas de la mesa, golpeamos
la madera de un asiento,
los pantalones golpeamos, y los marcos de la puerta;
hacemos una canción muy pegadiza
reemplazando la comida y el exceso.
Intuimos que solamente se puede
aprender a comportarse musical…
**
Foto: tomada de galeriacharkiana.blogspot.com
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char