miércoles, 16 de abril de 2014

¿Qué carne, Emily, es la que necesitamos?

ANNE CARSON
Tomada de lasmanerasderecogerseelpelo.blogspot.com


(Toronto, Canadá, 1950)


El ensayo de vidrio
(Fragmento)
Versión de Eugenio Polisky

YO

Yo puedo oír pequeños chasquidos dentro del sueño.  
La noche gotea su grifo plateado
a lo largo de la espalda.
A las 4 de la madrugada me despierto. Pensando

en el hombre que  
me dejó en septiembre.  
Se llamaba Law.

Por mi cara en el espejo del baño
descienden vetas blancas.
Me enjuago la cara y regreso a la cama.
Mañana voy a visitar a mi madre.

ELLA 

Ella vive en un páramo del norte.
Ella vive sola.
La primavera ahí se abre como una navaja.
Viajo todo el día en trenes y traigo conmigo muchos libros—

algunos para mi madre, algunos para mí
incluidas Las obras completas de Emily Brontë.  
Ésta es mi autora favorita.

Además de mi temor principal, que tengo la intención de enfrentar.  
Cada vez que visito a mi madre  
siento que me estoy convirtiendo en Emily Brontë,

mi solitaria vida a mi alrededor como un páramo,
mi desgarbado cuerpo rengueando por los cenagales con una mirada de transformación
que muere cuando llego a la puerta de la cocina.
¿Qué carne, Emily, es la que necesitamos?


TRES

Tres mujeres silenciosas en la mesa de la cocina.
La cocina de mi madre es oscura y pequeña pero del otro lado de la ventana  
está el páramo, paralizado con hielo.
Se extiende hasta donde alcanza la vista

a lo largo de kilómetros planos hasta un cielo blanco sólido no iluminado.  
Mamá y yo estamos masticando lechuga cuidadosamente.
El reloj de la pared de la cocina emite un bajo zumbido irregular que salta

una vez en el minuto justo de las doce.
Tengo a Emily pág. 216 abierta y apoyada sobre la azucarera  
pero furtivamente estoy observando a mi madre.

Miles de preguntas chocan contra mis ojos desde adentro.  
Mi madre está estudiando su lechuga.  
Paso a la pág. 217.

“En mi fuga a través de la cocina tropecé con Hareton  
quien ahorcaba una camada de cachorros  
desde el respaldo de una silla en la puerta. . .”

Es como si a todas nos hubieran bajado dentro de una atmósfera de vidrio.  
De tanto en tanto un comentario atraviesa el vidrio.  
Impuestos en el lote de atrás. No es un buen melón,

falta para los melones.
La peluquera del pueblo encontró a Dios, cierra la tienda cada martes.  
De nuevo hay ratones en el cajón de los repasadores.
Pequeñas bolitas. Mordieron  

los bordes de las servilletas, si supieran  
lo que cuestan las servilletas de papel hoy en día.  
Esta noche llueve.

Mañana llueve.
Ese volcán en las Filipinas otra vez activo. Esa que no me acuerdo el nombre  
Anderson se murió no Shirley no

la cantante de ópera. Negra.  
Cáncer.
No estás comiendo tu guarnición, ¿no te gustan los pimientos?

Por la ventana puedo ver hojas muertas que atraviesan las tierras planas  
y residuos de nieve herida por la mugre de los pinos.  
En el centro del páramo

donde la tierra desciende hacia una depresión,  
el hielo ha comenzado a abrirse.  
Llegan aguas abiertas y negras

cuajadas como la ira. Mi madre habla repentinamente.  
Esa psicoterapia no te está ayudando tanto, me parece.  
No lo estás superando.

Mi madre tiene esa manera de resumir las cosas.  
A ella nunca le había gustado Law
pero le gustaba la idea de que yo tuviera un hombre y que continuara con mi vida.

Pues él es de los que toman y tú de las que dan espero que funcione,  
era todo lo que dijo después de haberlo conocido.  
Dar y tomar eran sólo palabras para mí

en ese momento. Nunca antes había estado enamorada.  
Era como una rueda que bajaba rodando una colina.  
Pero temprano esta mañana mientras mamá dormía

y yo estaba abajo leyendo la parte de Cumbres Borrascosas
donde Heathcliff se aferra a la celosía durante la tormenta sollozando  
¡Entra! ¡Entra! al fantasma del tesoro de su corazón,

caí de rodillas sobre la alfombra y también sollocé.  
Ella sabe cómo ahorcar cachorros,  
esa Emily.

No es como tomarse una aspirina, sabes, le respondo débilmente.  
La Dra. Haw dice que el duelo es un proceso prolongado.  
Ella frunce el ceño. ¿Y qué se logra

con todo ese remover el pasado?  
Oh—extiendo las manos—
¡Yo me impongo! La miro directamente a los ojos.  
Ella sonríe. Sí lo haces.

**
The Glass Essay
By Anne Carson



I can hear little clicks inside my dream.   
Night drips its silver tap 
down the back. 
At 4 A.M. I wake. Thinking 

of the man who   
left in September.   
His name was Law. 

My face in the bathroom mirror 
has white streaks down it. 
I rinse the face and return to bed. 
Tomorrow I am going to visit my mother. 

SHE 

She lives on a moor in the north. 
She lives alone. 
Spring opens like a blade there. 
I travel all day on trains and bring a lot of books— 

some for my mother, some for me 
including The Collected Works Of Emily Brontë.   
This is my favourite author. 

Also my main fear, which I mean to confront.   
Whenever I visit my mother   
I feel I am turning into Emily Brontë, 

my lonely life around me like a moor, 
my ungainly body stumping over the mud flats with a look of transformation 
that dies when I come in the kitchen door. 
What meat is it, Emily, we need? 


THREE 

Three silent women at the kitchen table. 
My mother’s kitchen is dark and small but out the window   
there is the moor, paralyzed with ice. 
It extends as far as the eye can see 

over flat miles to a solid unlit white sky.   
Mother and I are chewing lettuce carefully. 
The kitchen wall clock emits a ragged low buzz that jumps 

once a minute over the twelve. 
I have Emily p. 216 propped open on the sugarbowl   
but am covertly watching my mother. 

A thousand questions hit my eyes from the inside.   
My mother is studying her lettuce.   
I turn to p. 217. 

“In my flight through the kitchen I knocked over Hareton   
who was hanging a litter of puppies   
from a chairback in the doorway. . . .” 

It is as if we have all been lowered into an atmosphere of glass.   
Now and then a remark trails through the glass.   
Taxes on the back lot. Not a good melon, 

too early for melons. 
Hairdresser in town found God, closes shop every Tuesday.   
Mice in the teatowel drawer again. 
Little pellets. Chew off   

the corners of the napkins, if they knew   
what paper napkins cost nowadays.   
Rain tonight. 

Rain tomorrow. 
That volcano in the Philippines at it again. What’s her name   
Anderson died no not Shirley 

the opera singer. Negress.   
Cancer. 
Not eating your garnish, you don’t like pimento? 

Out the window I can see dead leaves ticking over the flatland   
and dregs of snow scarred by pine filth.   
At the middle of the moor 

where the ground goes down into a depression,   
the ice has begun to unclench.   
Black open water comes 

curdling up like anger. My mother speaks suddenly.   
That psychotherapy’s not doing you much good is it?   
You aren’t getting over him. 

My mother has a way of summing things up.   
She never liked Law much 
but she liked the idea of me having a man and getting on with life. 

Well he’s a taker and you’re a giver I hope it works out,   
was all she said after she met him.   
Give and take were just words to me 

at the time. I had not been in love before.   
It was like a wheel rolling downhill.   
But early this morning while mother slept 

and I was downstairs reading the part in Wuthering Heights 
where Heathcliff clings at the lattice in the storm sobbing   
Come in! Come in! to the ghost of his heart’s darling, 

I fell on my knees on the rug and sobbed too.   
She knows how to hang puppies,   
that Emily. 

It isn’t like taking an aspirin you know, I answer feebly.   
Dr. Haw says grief is a long process.   
She frowns. What does it accomplish 

all that raking up the past?   
Oh—I spread my hands— 
I prevail! I look her in the eye.   
She grins. Yes you do. 

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char