FERNANDA CASTELL
(Coronel Dorrego, reside en La Plata, Argentina, 1965)
Las palabras circulan por las arterias como eritrocitos
Cuando todo pareciera todo calmo. Adentro de la puerta. Adentro de la madera. Adentro de la piedra. Adentro del mosaico. Adentro de un gramo de cemento. Adentro de adentro. Una molécula de aire. Anuncia. Que adentro del adentro. Una letra. Se liga a una letra. Y una letra ligada a otra letra con una molécula de aire. Dice mucho. Y adentro de la piedra. Del brillo de la piedra. Adentro del ojo que mira por adentro. Y de la voz que liga la letra con la letra desde adentro. Y un acorde ligado a las dos letras. Más otro acorde porque gusta.
***
Susurro
en tono confesional: susurro una pequeña
verdad revelada a la primera luz del día.
Me fue dada la libertad de callar o decir
pero la cuestión es encontrar la forma.
Podría poner puntos suspensivos
y generar una gran duda
pero es sencillo
y muy sintético:
no ocurrirá nada extraordinario
como un nacimiento o una muerte.
En la percepción de cómo irán ocurriendo las cosas,
el tono o el valor
será cosa de quien califique.
La hondura de la huella
de alguien sobrecargado
no es mérito.
avaricia:
querer llevarse todo.
La mañana está llena de revelaciones
se puede partir el esternón por un ancla
histórica. O la magnolia me endulzará de tal
forma que la vida será embriagante.
Buscaré la estrella que fría
tal vez muerta se ve, porque estoy
como habrán estado tantos, atentos a su esplendor.
Un planeta rojo me dirá que hay otros lugares
y todo me parecerá una experiencia
primigenia.
El sol del mediodía ya me volverá sensible
al calor y hastío de las moscas
y el susurro fresco por ahí
me traerá a la luz transparente
de las flores enamoradas
los pájaros suspendidos
en su migración
en el aire
tan liviana.
Esta mañana tuve una revelación:
a la luz del mediodía todo se vuelve gris.
***
Pequeña historia de la humanidad
Es la historia de un amor como no hubo otro igual
que me hizo comprender sonoriza
el tiempo de los amores inalcanzables.
Era de Otra, siempre.
Conquistar luego al propio hombre. Hacerse de un hombre
era hacerse de un Nombre. Un lugar. Pero
demasiado texto para tan poca superficie. Escribir el nombre
lleva toda una vida y larga extensión. Pero no nos adelantemos
.
hombre o mujer esperan ansiosos ser mirados.
Deseo. Necesito que me necesites para existir. Así de simple.
Vivir en la retina del otro.
Dejamos de comer y nos llenamos de ideas acariciantes.
¿Cuándo volverá? ¿Cuándo será mío?.
La Gloria se paladea un poco y esfuma a la vez
que se convierte en contrato de locación.
Y de pronto la mente, lo único que resta liberado
vuelve a soñar. ¿Cómo era éso?
Penetrar es tarea humana esencial. Se llama proceso de Obra. Adueñarse
de montañas y animales. Adueñarse de vientres
En el caso de las doncellas la apropiación sin dudas
es más sutil. Penetrar en el pensamiento. Manejar hilos
para tejer redes atrapantes. Llegaste. Llegaste.
Acá estamos todas para vos, Héroe dueño de las mareas
y los vientos.
Conocés el límite del mar con el mar en lo profundo
conocés Africa y las bestias salvajes se postran
porque te adoran. Quedan petrificadas frente a tu poderío y grandeza.
Eso durará apenas veinte años. La juventud dura veinte años.
Serás viejo y débil. Seré vieja y débil. Estaremos a la intemperie
frente a la potencia del mundo que arrolla. No moriremos rápidamente.
Quedará mucho por recordar.
**
Tomados del blog astilladevidrio.blogspot.com.ar
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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