MARTÍN ADÁN
Seud. de Rafael de la Fuente Benavides
(Perú, 1908-1985)
Gira
a noventa kilómetros por hora
en el espejo de la mañana atrasada
las vaquitas de ojos de viento y el tul morado
de usted señora no me convence los ojos
una chimenea anarquista arenga a los campos campesinos
la humarada prende un lenin bastante sincero
un camino marxista sindica a los chopos
y usted señora con su tul morado condal absurda
los campos abren la boca como una O
el teléfono de una sirena urge al destino
las vaquitas de ojos de ileana leen el diario de la mañana
y usted señora con su tul morado no sé qué me parece
la estación comisaria va a detener a usted señora
y va a fusilar en usted a la gran duquesa anastasia
y sería una pena que se nos frustara la gira
ahora que el hotel nos guiña todas sus ventanas
y usted señora con su tul morado sin pasaporte
**
Hotel
En un sabor romántico de naranja de enero,
en un dulzor de valse ácido todavía,
en el cesto de mimbre del verano frutero,
en yerbas de artificio, en pelusas de día...
-Gran hotel en arena. -Salmones sin dinero
exigen en los bares su trago de alegría.
Precipitadamente, registro del lucero.
Venus, aventurera, se da a la policía.
-El peligro venéreo de la estrella madama
en aderezos falsos, en quimono, en la cama...
-Dos quepís se la llevan de las manos, sonoras.
Cucharillas de plomo frustran la luz perfecta,
la Suzanne de a mi lado se pone azul, abyecta,
y anclan en mi jarabe las barcas pescadoras.
**
La rosa
A Enrique Peña
Pura rosa de teoría...
olor y color mental,
forma de melancolía...
Un ánima ajena mía,
deshacía y rehacía
nulo proyecto espiral.
Pura rosa de teoría,
olor y color mental,
forma de melancolía...
Mi rosa de pensamiento
en el espacio real.
Todo, todo fue un momento.
En el vaso de cristal,
cuerpo de la luz, había
la materia de lo ideal.
Pura rosa de teoría,
olor y color mental,
forma de melancolía...
El alma que sostenía
el divino movimiento,
situaba en el mundo, tento,
la creatura nadía.
Intimo tiempo cundía.
Fue un ánima ajena mía,
traspasando su deseo;
quien en la rosa que veo
vio la que no se veía.
Un ánima ajena mía,
en un vaso de cristal,
plenaba, a la luz vacía,
de olor y color mental,
forma de melancolía.
Pura rosa de teoría...
En la angustia, todavía,
claro incolor espiral.
Era la rosa absoluta
en la rosa resoluta.
Sensos miserandos pía-
mente cesaban. Rosal
de espíritu se sabía.
¡Ah, la rosa material!...
**
La piedra absoluta
Oído...
Y límite, absoluto, en el Espacio...
Oreja que escuchas y no respondes...
Poesía se está de fuera:
Poesía es una quimera
Que oye ya a la vez y al dios.
Poesía no dice nada:
Poesía se está callada,
Escuchando a su propia voz.
Como se va vida,
O como crece pelo de cadáver,
Estás tú, piedra eviternísima, piedra ilusa,
Entre las cosas reales.
Eternidad haraposa,
Firmeza sin edades,
Y un cordero de debajo que bebe el agua,
Y los cielos infinitos y con hambre...
Todo lo humano lo vi en ti,
Bestia mía y lejana, abiertas las fauces...
Todo de acto cumplido,
Y acezante...
Para cuando te estés muerto todavía,
Yo Mismo, eres la Muerte.
Eres yo mismo alguna vez
Entre las veces,
Entre las cosas,
Entre los quienes...
Pero tú, piedra enquistada,
¿Quién eres?
¿A qué voy en soledad?
¿A quién voy entre los seres?
¿A qué tiempo, a qué futuro
Iré con mis pies y mis desdenes
Y con mis piedras recónditas,
Yo Mismo, nube de mí mismo, celeste?
La Desesperación es una playa,
Sábelo, recóndita, alta piedra.
La Desesperación está contigo
Como tu piel o la miel de la abeja.
La Desesperación es un cielo
O una hembra o una piedra o una yedra.
La Desesperación no tiene otro
Límite que tu invocarla a ciegas.
La Desesperación está delante
De ti ahora: ahora es nueva,
Con sus monstruos invisibles de siempre
Y sus abiseles de fuera;
Con sus demonios de debajo, verdes,
Y con su cumbre, desierta.
Entre oleaje de roca, a ti llegué,
Muerto y vivo, con mortaja de yerba.
Y las necesidades y las luces,
De las que no te acuerdas;
Y las libertades emparedadas
Sobre las yerbas,
Que no atinan a irse en cualquier espacio,
Tu finito absurdo de almas circunflejas;
Y el ser que nunca será todavía;
Y el jamás, incorporado, de antes y después, que aceza;
Y los puntos y las comas,
Y los cielos y las aguas y las piedras...
Sí, tú eres tú mismo,
Yo alguno, yo cualquiera...
¿Y no descenderás hasta la rosa
Que me está como invisible, ajena?...
¿A dónde determinan ello y dicho,
Muda Piedra?
¿A dónde está lo que procuro
En simún de caricias y blasfemias,
Desdentadas las uñas, loco el pelo,
Pata de lagartija mi conciencia?
¿Y no descenderás y serás
La rosa una y cualquiera,
La que yo me imagino si la toco
Y es otra allá hasta trocarse en piedra?
Piedra de ansia sin flor alguna,
Piedra pura y siniestra...
¡No, no, detén el Tiempo, Tiempo Mío!
¡Estáte a la piedra!
¡A dónde crees que perecerás el último,
¡A dónde el alma eventual ya no sepa!
¡A dónde creeré si no supiere,
Entre otras rocas y yerbas!...
¡Cuánto de reales sin mí mismo!...
¡Este día cuánto me quema!
¡No, no, detén el tiempo, Tiempo!
¡Déjalo si dejas!
¡Que estoy entre la piedra sin sentido,
Mirando arriba por las cosas ciertas!
Y todo de tiempo cae al Mundo
Sobre mi cabeza.
Entre las voces voy,
Sobre mi sombra.
Entre las veces voy,
Sola mi hora.
Y así, voy, yo solo,
No se dónde, de adónde, entre roca,
Por entre roca pulida, ajena,
Torva...
¡Si será la muerte
Que no se conozca,
En su demasía
Y su deshora!...
¡Vacía
La densidad extrema, asentada en flora!...
¿Nada era antes ni después
De la piedra que flota?
Cállate, Yo Mismo,
Que todo ya te estorba,
Sobre el agua que fuga,
Bajo la luz que azota...
Así, eres, monstruo que soy,
De las líneas inmensas encerradas
Todo te es indiferente,
Como a mí... el agua, el ala...
Que todo va pasando con mi sangre,
Todo mi alma...
Ese cirro que me soy,
Ese espíritu que me agarra,
Y la piedra que me pregunta,
Y el saber que se me abalanza...
Y yo, lejos de ti,
Yo, piedra humana
Del no sé hasta cuándo ni por qué,
¡Verticalidad substanciada,
Ante tus horizontes mortales,
Uno sobre otro, como en mi vida de ansia!...
Todo vacío como es todo
Si algún mío toca y ama.
Simple como tu piedra
Espíritu eres.
Pasa el agua,
Y tú arriba te sostienes.
Pasa el cielo,
Y tú ahondas y a tu sentido floreces.
Y pasan los otros
Y sus mujeres.
Pero tú, piedra de que soy,
Estás desnuda, exacta, sin qués ni quiénes,
Lista al tacto e impenetrable,
Sin una sola flor de verde.
Sí, es así. Todo es de nuevo
Y eterno. No lo recuerdes.
Estáte dentro de tu piedra
Como que no eres.
Pero estás solo entre los todos.
Y se abre la rosa, allá debajo
Y se abre la piedra arriba
Y tú te estás debajo de mi llanto.
Todo es de elemental
Y de exacto,
Hasta los mismos ojos
Y las mismas manos
Nada será después del instante,
Si es el acto.
Caerán otras piedras repulidas
Desde los cielos altos,
Y subirán las aguas hediondas,
Y será el Humano,
Pero tú, Piedra Mía,
Serás mi labor y mi descanso.
¡Sí, sí, escucha al viento!
¡Viene de lo más hondo de ti mismo!
¡Mama de piedra como tú mamaste,
Algún yo írrito!
¡Vino de bruces sobre esperanzas,
Y se está, sólido, todo de ser,
Todo de números incompletos,
Todo de seres sin sino!
Escúchalo todo.
¡Escucha al viento detenido!
No, Alegría,
No es la hora,
Aquella hora del espacio
Aquella hora remota,
Cuando una mano removió la tierra
Y obró la roca,
La roca relabrada y altísima
Que te sume en su vientre sin recoba.
No, Alegría. Se hizo tarde,
Tarde y piedra, piedra honda,
¡Piedra lejana de la mano,
Precisa figura de deshora!...
Toda descubierta,
Y toda sombra...
Toda al tacto,
Y toda recóndita...
No, Alegría, que en ti yace
El hueso del pensar, hueso de boca,
Hueso de mano, hueso mío,
Hueso de sobra...
Cualquier palabra, sí, cualquier palabra
Hace la cosa.
Sí, los grandes jardines,
Y en ellos una sola rosa...
Todo el ser cabal,
Toda la ironía y el amor y la carroña,
Todo está, piedra ideada,
En la palabra más remota.
Labrará otra mano y será en vano,
Nada es sino distancia y cosa,
La que te llevas, Yo Mismo,
A tus túes sin cimiento ni sombra.
Todo es verdad, porque tú eres tú,
Yo Mismo, pie alguno, pie de ahora,
Pie de tiempo duro, pie eterno,
Pie sobre la rosa...
No, no te nombro
Piedra: estás allí y allá, infinita.
Me sobrecoges y me sustentas,
Que soy de tuyo, que eres alma mía.
Si te toco una vez y huye el ángel
Circunstancial, de la angelería
Y humano y piedra somos uno
Otra vez de las veces írritas,
Cuando la mano como serojo cae
Y se ciega de cielo la pupila,
Y tú estás, simplemente,
Repulida,
La lección de tragedia, que no saben
Los cóndores ni las sabandijas.
Dime, Yo Mismo, la palabra. Dime
El nombre de la flor y de su suelo.
Dímelo alto entre roquedal que soy,
Que acá abajo asorda silencio.
No, Yo Mismo, no
Ninguno es muerto.
Abre el puño, y sentirás
El otro aliento.
Pisa con tu pie, y estarás
Entero y firme sobre misterio.
Todo es vida eterna,
Hasta tu vivido tiempo,
Hasta los dioses que creaste,
Hasta el agua que fluye de dentro...
Pero dime la palabra,
La del secreto.
Así es la tarde, así es.
El azul va ennegreciéndose.
La noche, una noche,
De lo más hondo de ti emerge.
Y nada es el verso
Ni el verde.
Entre piedra exacta,
Ninguno puede.
Todo está abajo o está arriba,
Sujeto de quiénes,
Yo Mismo. Precipitarse.
¿Por qué, si es la Muerte!...
No sabes nada, y de esto vives,
Por que no lo comprendes.
Vivir es un dolor, no una ansia,
Un agarrar de quereres.
¡Tan distante de todo...
Tan simplísimo como es lo verdadero,
De verdad indubitable,
De verdad de muerto!
¡Allá, de una sola forma
Y de un solo sujeto!...
¡Allá, lejana
Como es lo cierto,
Sobre el ojo que crece
Como liquen sobre el oso!... ¡Creo,
Sí, creeré entre la primavera!
¡Sí, creeré sin término
Que no sea el tuyo, roca mía,
Límite de mi sueño!
¡Sí, sí, ven a los sueños, ven de veras,
Roca supina y árida,
La que hicieron mis manos un día,
Y ya me falta.
La que vi de lejos
Y todavía me espanta,
Toda de muerte,
Toda de grada!
¡Toda de innecesario y absoluto,
Vacía como la verdadera alma!...
¡Toda de estar tremendo,
Como es el ser que me embriaga!...
¿Dónde el cactus, que vive
Como vivo, Piedra Abstracta!...
La Desesperación está contigo
Como tu abrigo. Si sacas la mano,
Te helará la piedra cualquiera,
Y la Piedra se estará, sin embargo.
Compréndelo, Yo Mismo:
Eres humano,
Divino que eres
Y sujeto al calendario;
Y buceando entre prójimos;
Y tú, otro y exacto,
Con los mares cayéndote
De los labios, y tú vivo,
Y tú en playa pensando.
Sí, díselo a la roca que te remira
Desde antes que nacieras humano.
Sí, Poesía, tú llegaste
Tan de encuentro,
Que no se dónde te hallé,
Y eras un monumento.
Algo distinto de lo otro,
Algo que era un recuerdo...
Algo de ser entre una roca y otra,
Pulida de mi sentimiento,
Desarmada, sin nada que la asista
En el aventarse de los tiempos
Con tu rictus impenetrable,
Poesía enclaustrada, mano y dedo.
Todo vacío.
Lo sé, que toco
El no tocar. ¡Estoy tan defuera
De todo!...
¡Ante una piedra impalpable,
Y bajo dioses de chorro!...
¡Bajo dioses distintos y contrarios y humanísimos,
Ante una piedra de esbozo!...
¡Qué tremendo, Yo Mismo,...
Tú, que te atreves con tus ojos!...
¡Cuánto ser muerto e inmortal,
Listo al paso de su fondo!...
¡Cuánto ser, cuánto ser,
Piedra mía, de ahogo!...
Sí, Alma mía, así soy todo.
Así soy.
Así, ante las creaturas sin imagen
Y sin no.
Así entre la yerba extraordinaria
Que no acierta a dar flor...
¡Así entre las calles infinitas
Que no son!...
¡Así entre los seres superfluos,
Que es el hoy!...
¡Piedra maldita,
La que me mató!...
¡Dilo, Alma, a tu ser! ¡Dile lo último!
¡Amaste claros grises, y tocaste!
¡Nada es después del beso,
Sino la carne!
¡Y ese hueso terrible que te lleva
A no sé dónde de los ceños graves!...
¡Ay, cuándo moriré, La Muerte Mía,
Tan innata y distante,
Honda entre muertes de debajo
Y, de debajo, aires!
Y bajo la alegría sin orilla,
Estaba yo con mi arena.
Era una roca como tú, La Roca,
La de mi fatiga y pena.
Yo te labré la sola,
Yo te labré la perfecta.
No sé cuándo, no sé...
Ante la obra sobra la sorpresa.
¡Cuánta mano tenía yo, Mi Roca,
Cuánta mano increíblemente experta!
¡Cuánta mano de cielo!...
¡Cuánta mano de tierra!...
¡Déjame los sueños,
Déjame los sinembargos!
¡Eres eterno, y has de ir un día,
Entre los pensamientos y los algos,
Entre eternidades sin objetos,
Que te remiran como madres sin manos!...
Todo distante...
Todo extraño...
Todo perfecto...
Y raro...
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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