viernes, 4 de septiembre de 2015

La respiración es un espejo empañado por las palabras

MARK STRAND

(Isla Prince Edward, Canadá, 1934-Nueva York, 2014)

Respiración

Cuando los veas
deciles que todavía estoy acá,
que estoy parado en un pie mientras el otro sueña,
que este es el único modo,
que las mentiras que les digo son distintas
de las que me digo a mí,
que por estar acá y más allá
me estoy haciendo horizonte,
que como el sol que sale y se pone, conozco mi lugar,
que la respiración es lo que me salva,
que hasta las sílabas forzadas del rechazo son respiración,
que si el cuerpo es un ataúd también es un armario de la respiración,
que la respiración es un espejo empañado por las palabras,
que es todo lo que sobrevive al grito de ayuda
cuando entra en el oído del extraño
y permanece mucho después de que el mundo se fue,
que la respiración es el volver a empezar, que a partir de ella
cae toda resistencia, como cae de la vida
el significado, o la oscuridad después de la luz,
que la respiración es lo que les regalo cuando les mando mi amor.

Versión de Sandra Toro.
**
BREATH
When you see them
Tell them I am still here,
that I stand on one leg while the other one dreams,
that this is the only way,

that the lies I tell them are different
from the lies I tell myself,
that by being both here and beyond
I am becomng a horizon,

That as the sun rises and sets I know my place,
That breath is what saves me,
That even the forced syllables of decline are breath,
That if the body is a coffin it is also a closet of breath,

That breath is a mirror clouded by words,
That breath is all that survives the cry for help
At is enters the stranger’s ear
And stays long after the word is gone,

That breath is the beginning again, that from it
All resistance falls away, as meaning falls
Away from life, or darkness fall from light,
That breath is what I give them when I send my love.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char