viernes, 21 de octubre de 2016

Avergonzados resplandores perpetuas las noches

Bei Dao

(Seudónimo de  Zhao Zhenkai, 1949, Beijing, República Popular China. Actualmente reside en EE.UU.)

Este día

el viento sabe lo que el amor es
el verano del día destella majestuosos colores
un solitario pescador examina
la herida del mundo
una campana oscila violenta y se inflama
gente corretea en la tarde
asumiendo las consecuencias del tiempo
alguien se inclina hacia el piano
alguien carga la escalera del pasado
el adormecimiento se pospone unos minutos
sólo unos minutos
el sol indaga la sombra
y bebiendo agua de un espejo lustroso
veo al enemigo

en medio de un viejo buque petrolero
la canción del tenor enfurece al mar
a las tres de la madrugada abro una lata
y pongo al fuego algunos peces.

Fuente: festivalinternacionaldemedellin.org
***
Poética

De la enorme morada a la que pertenezco
sólo queda un escritorio, rodeado
por un pantano inmenso
la luna diáfana me ilumina desde diferentes ángulos
a lo lejos sigue de pie el sueño de esqueleto frágil
como un andamio sin desmontar
y hay huellas fangosas sobre el papel en blanco
el zorro que durante largos años ha sido alimentado
con un latigazo de su cola feroz
me alaba y me hiere

claro, también estás tú sentada frente a mí
el relámpago en un cielo despejado que brilla en tu palma
se convierte en leña seca y se reduce a cenizas

Traducción del chino al francés de Ding Zixiong
Versiones en español de Mariela Álvarez
***
LLEGADA

éramos muy jóvenes entonces
y ya estábamos cansados como una botella
esperando que aumentara la ira

¡oh, la ira de los tiempos!

avergonzados resplandores perpetuas las noches
cruzando a través de la vida y de la muerte
entre los libros
rebelan los sabios el sentido del invierno

¡oh, el sentido de la partida!

sollozando los reunidos elevan su cabeza
y voceando se lamentan
olvidados en su amnesia de Dios.

Traducción de Luisa Chang.
Imagen tomada de circulodetraductores.com

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char