(Ouacam, Senegal, 1906- Dakar, id., 1990)
Tomada de |
El soplo de los ancestros
Escucha más a menudo
a las cosas que a los seres,
La voz del fuego se escucha,
escucha la voz del agua,
Escucha en el viento
al zarzal sollozando:
Es el soplo de los ancestros.
El reitera cada día el pacto,
el gran pacto que une,
que une a la ley nuestra suerte;
A los actos de los soplos más fuertes
la suerte de nuestros muertos que no están muertos;
El pesado pacto que nos une a la vida,
la pesada ley que nos une a los actos
de los soplos que se mueren.
***
Díptico
El sol colgado de un hilo
en el fondo de la calabaza
teñida de índigo,
hace hervir la olla del día.
Asustada por la proximidad
de las Hijas del Fuego
la sombra se esconde
al pie de las estacas.
La sabana es clara y cruda,
todo es terso, formas y colores.
Pero en los silencios angustiosos
hechos rumores,
de ruidos ínfimos,
ni sordos ni agudos,
surge un misterio denso,
un misterio sordo y sin contornos
que nos rodea y nos asusta.
El taparrabo oscuro
claveteado con clavos de fuego
tendido sobre la tierra
cubre el lecho de la noche.
El perro aúlla, el caballo relincha,
el hombre se echa en el fondo de su choza.
La sabana es sombría,
todo es negro, formas y colores.
Pero en los silencios angustiosos
hechos rumores
los senderos intrincados del misterio
se aclaran lentamente
para los que se fueron
y para los que han vuelto.
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