miércoles, 25 de octubre de 2017

Como el rosal seguro de la rosa

María Elena Walsh

(Ramos Mejía, Buenos Aires, 1930-Buenos Aires, Argentina, 2011)

Esencia

Nunca nombrarla, nunca.
Ni callarla siquiera.
Solamente crecer de sus raíces
con asombrado llanto.
Ser y morir tan solo 
para justificarla
como naturaleza
y sumisa costumbre.

Madurará con pausa
y exactitud de necesaria estrella
y solo incertidumbres
me probarán su órbita,
su doloroso amor, su cumplimiento.
Será un desgarramiento
elemental, constante.
Desesperada espera
-lo sé- desesperada.

Y sin embargo, nada
persistirá más cierto
que su sabiduría,
que sus sencillas fiestas.
Como el rosal seguro de la rosa.

Y yo seré la sombra
de su florecimiento,
yo viviré acatando
su voz y su silencio,
en indefensa tierra, 
irrenunciablemente.
***
Vana historia

Si no recuerdo mal, todo cabía 
entre los horizontes de un pañuelo. 
Entonces figuraba el mediodía 
un sol con ojos en mitad del cielo.

Y gracias a una tierna hechicería 
la noche prodigaba su consuelo 
con tanta caridad que uno veía 
las estrellas tiradas en el suelo.

Pero hoy el agua no lo dice. Es cierto: 
ya no se pone un corazón dorado 
ni roba añiles a la golondrina.

Porque el mundo hechizado está desierto. 
Qué dolor, sobre él se ha desatado 
el Miedo con sus trapos de neblina.
**
Balada del tiempo perdido

                                  "Yo dormía pero mi corazón velaba..."
                                                                                              Cantares

Como a sus vanas hojas 
el tiempo me perdía.
Clavada a la madera de otro sueño
volaban sobre mí noches y días.

Poblándome de una
nostalgia distraída,
la tierra, el mar, me entraban en los ojos
y por ociosas lágrimas salían.

Cuántos papeles ciegos
en la tarde vacía.
Qué multitud de imágenes miradas
como a través de una mortal llovizna.

Entorpecidas sombras
en vez de manos mías,
de tanto enajenarse en los espejos,
todo lo que tocaba se moría.

Memorias y esperanzas
callaban su agonía:
un porfiado presente demoraba
siempre las mismas ramas amarillas.

Qué tiempo sin sentido 
el que mi amor perdía.
Qué lamentable primavera inútil
haciendo en vano flores que se olvidan.

Pero mi corazón
velaba y no sabía.
Recuperada su pasión secreta
ahora enamorado resucita.

Y el tiempo que hoy me guarda
entre sus hojas vivas
es un tiempo feliz desde hace tantos
sueños que nacerán en la vigilia.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char