JORGE AULICINO
(Buenos Aires, Argentina, 1949)
[Dite]
El mal del mundo no es Satán.
Lo maneja con una inteligencia humana
aprendida en el Cielo, pero no es él.
Deberíamos inquirir sobre sus desafíos,
pero también sobre sus charlas con Dios
en el metrobús, en ese cafecito con sillas
plegables bajo un toldo, donde esta mañana
lloraba una enfermera.
***
[AHAB]
¿Qué hiciste de tu vida, muchacho?
Me has seguido sin que te ofreciera nada
excepto un moneda clavada al mástil
y un rito. Sabías que la vida,
contrariamente a lo que afirman en las tabernas puritanas
no pasa la cuenta, no reclama:
todo está sujeto a las mareas de tu libre hacerte o destruirte.
Por eso he preferido el demonio,
así sea un demonio blanco en mares cálidos.
Como si hasta allí hubiese navegado el ártico
y nosotros detrás.
Lo he dicho: percibí su blancura como una injuria,
como un muro detrás del cual puede no haber nada,
pero qué importa.
La nada que ocultaba no era el objetivo: el objeto era
el propio límite blanco.
Quise destruirlo con mi mano, yo que hubiese golpeado
el rostro de Dios si se interponía.
No el gozne, no la grieta: el golpe.
Y atado al arpón por el hilo de algún nervio,
soñé deshielos, despeñaderos, la catástrofe como política.
Mas no resultó, tú, el que se deja llamar Ismael,
estabas ahí para dar fe,
escriba del vacío de una testa
y de una cicatriz real,
desde la ceja a la femoral.
***
[Aristóteles]
Un cálculo infinitesimal es siempre un cálculo.
Destilado a través de una red capilar
de pensamiento, de alambiques dorados,
construye un pensamiento que es una ciudad.
Y la ciudad es pensamiento y cálculo:
una cuarta parte herreros y artesanos,
un octavo comerciantes,
dos cuartas partes magistrados y soldados;
muy poco, pero decisivo porcentaje
de filósofos y aedos, porque es este el alimento
del líquido amniótico que nos contendrá cívicamente
y en el que nos moveremos como peces.
Es, en efecto y de esta guisa, útero la ciudad.
Nunca así seremos extranjeros.
Tolle, legge. Cf. Política: muchacho,
con diez mil a lo sumo
el dispositivo del Estado funcionará
como un sistema de pesas y poleas.
Preveo, sí, el barro del Támesis, los cadáveres del Destripador,
-un destripador aristotélico, si cabe, un lector de Política-,
las favelas de Río de Janeiro, las Fábricas de Muerte del Reich,
los telares animistas del Sudeste Asiático, los decapitados
en la frontera de México... Para, stop.
En medio de ello, también Marx verá sus esferas,
su aparato delicado que se desarma
y arma sin perder aceite ni agua,
y es, aun de sangre manchado, ecuánime:
bitácora en el helado norte, en la caótica selva eslava.
De Mar de Chukotka (e-book), Edit. Op.cit, 2017.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
No hay comentarios:
Publicar un comentario