miércoles, 6 de noviembre de 2013

Mi cuerpo se ha enfriado como los barcos desnudos

DENISE LEÓN

(Tucumán, Argentina, 1974)

Éramos un círculo
de hierro.
Dónde querés ir
me pregunta
con sus manos
nudosas
sobre
los remos.
No lo sé.
Vi su pañuelo
cuando
lo traía
el viento
y los pliegues
transparentes
de sus muñecas
y su garganta.
Pero eso
fue hace mucho
tiempo,
antes
de que comenzáramos
a contar
y medir
los días
y los pasos.
***

En el aire
de mediodía
–que era
un desmayo–
alguien
encendió
la chispa
y ardió
todo
el campo.

¿Qué fragancia?
¿Qué viento?
¿Qué esperanza?

No quedó nada.
Los animales
no logran comprenderlo
y regresan
como si dijeran
dónde está el hogar.
¿Cómo fue posible
la vida?
Todo era diferente
el otoño pasado.
La tierra
se comportaba
como si nada malo
pudiese ocurrir.
Solo hicieron falta
una chispa
un viento
una nada.
***

Igual que un pescador
construye una red
sólo para reposar su melancolía
y se demora
pensando en ella
en las tardes de verano
y la llena
con su esperanza
y su ansiedad,
todo
puede ser perdido.
Inútiles castillos se levantan
y más allá
se abren y se cierran
las semillas.
***

Cumple tus promesas, Señor:
No te despiertes de mí
ni me prohíbas
el dolor
con tu razón traidora.
Mi cuerpo
se ha enfriado
como los barcos
desnudos.
Han cambiado
tantas cosas.
Pero el dolor
arde
como la fiebre
o
como otro corazón.

De Templo de pescadores, Alción, 2013.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char