viernes, 13 de febrero de 2015

¡Faltas de atavío!




Ezra Pound
(Hailey, Idaho, EE.UU., 1885-Venecia, 1972)

Ulteriores instrucciones
Vamos, cantos míos, expresemos nuestras más bajas pasiones,
expresemos nuestra envidia por los hombres con empleo
permanente y ninguna preocupación por el futuro.
Sois muy ociosos, cantos míos,
temo que vais a acabar mal.
Os plantáis por las calles.
Haraganeáis en las esquinas y en las paradas de los autobuses,
no hacéis nada del todo.
Ni siquiera expresáis nuestras noble cualidades internas;
acabaréis muy mal.
¿Y yo? Me he vuelto medio loco.
Tanto os he hablado
que casi ya os veo alrededor mío,
¡insolentes bestezuelas! ¡Sinvergüenzas! ¡Faltas de atavío!
Pero tú, canto, el más nuevo de todos,
aún no tienes edad para haber hecho mucho daño.
Te conseguiré una casaca verde en China
con dragones bordados en ella.
Te conseguiré los calzones de seda escarlata
de la estatua del Niño Jesús en Santa María Novella;
no vaya a ser que digan que no tengo gusto
o que no hay sangre azul en la familia.

Versión de Jorge Fondebrider
**
Further Instructions 

Come, my songs, let us express our baser passions. 
Let us express our envy for the man with a steady job and no worry about the future. 
You are very idle, my songs, 
I fear you will come to a bad end. 
You stand about the streets, You loiter at the corners and bus-stops, 
You do next to nothing at all. 

You do not even express our inner nobilitys, 
You will come to a very bad end. 

And I? I have gone half-cracked. 
I have talked to you so much that I almost see you about me, 
Insolent little beasts! Shameless! Devoid of clothing! 

But you, newest song of the lot, 
You are not old enough to have done much mischief. 
I will get you a green coat out of China 
With dragons worked upon it. 
I will get you the scarlet silk trousers 
From the statue of the infant Christ at Santa Maria Novella; 
Lest they say we are lacking in taste, 
Or that there is no caste in this family. 
**
Imagen: Mark Rothko.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char