BEN LERNER
(Kansas, EE.UU., 1979)
Debemos retirar nuestras ofrendas, aunque ardan y echen humo.
Debemos recordar nuestros versitos como llantas ponchadas.
Debemos desollar al curatoriado, invertir nuestros hábitos de penitencia
y entrar en la Academia en fila india.
Aún no ha aparecido la poesía.
La imagen no es un sustituto. La imagen es como una anécdota
en boca de un bebé que nació muerto. Y ni la reflexión,
con su infinito espurio, ni tampoco la religión, con su octava parte de hongos,
pueden causar orgasmo tras orgasmo como la poesía. Como política,
en general nos disculpamos. Pero con disculparse no se logra nada.
Debemos exigirles que se quiten los zapatos, los anteojos, los dientes.
Debemos exigirles que lloren sin tapujos.
Si pudiera servirles de consuelo, nos gustan los primeros libros de John Ashbery.
Si pudiera servirles de consuelo, no van a sentir nada.
De Elegías Doppler. Antología poética bilingüe
Traducción: Ezequiel Zaidenwerg
Práctica Mortal, 2015.
***
El placer es una experiencia profundamente negativa, a mi padre
le encantaba decir esto cuando estaba bajo el agua. Su cuerpo se transportaba
como un deseo. Presentamos nuestros últimos respectos
como un alquiler. La mera posibilidad de la analogía me permite expresar
mis despojos favoritos como la relación entre las escaleras
y las estrellas. Lo retiro. En resumen, en
el deshollinador de la lámpara y más allá, donde el goteo que instaló el calor
aún gotea, hay algunos timbres tiernos. A los trece años, tuve una serie
de sueños que ya no recuerdo, aunque estoy seguro
de que incluían una violación. Soy brutal porque estoy desnudo,
no porque tenga un nombre, una distinción
que la comunidad científica y académica,
y también el público en general, haría bien en mantener.
No hay más medios disponibles (¿pero acaso no es precioso cuando un bebé consigue encontrar y
encender una cerilla?)
**
¿De qué soy el antecedente?
Cuando me afeito me siento como un ruso.
Cuando bebo soy el último judío de Kansas.
Me siento en mi hamaca y me pongo a tallar mi jeroglífico.
Siento cómo la enfermedad se expande dentro de mí como una teoría.
Le doy un sorbo al daiquiri negro de la Muerte.
Querida, mi abstracción natural favorita es un árbol
así que cada vez que veas uno desde la autopista
acuérdate del caso ablativo donde guardo
tu tilde. (La guadaña de la luna divide
a la nube. La historia vuelve a ponerse intensa.)
Oh esbelto espádice, que te proyectas desde una espata estrecha,
eres más delgado que los espaguetis. No tanto como los fideos.
Eres el primero y último Nintendo indígena.
Traducción de Berta García Faet.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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